La revolución callada de Luis Barragán
Un viaje navideño a Valencia deparó una inesperada alegría: encontrar en la librería del IVAM a precio de saldo el catálogo de la exposición itinerante Luis Barragán. La revolución callada, que recaló en el centro de arte valenciano entre noviembre de 2001 y enero de 2002. Uno es admirador del Pritzker mexicano desde que en bachillerato realizara un trabajo de diseño en torno a su figura; y se reencontró con él después de muchos años de descuido cuando RM publicó en 2010, con apoyo de BBVA, La casa de Luis Barragán. Un valor universal, un volumen primoroso dedicado a la morada en Ciudad de México del arquitecto, su obra decisiva y más conocida. Recientemente Arcadi Espada daba cuenta en su sabatina semanal de la fascinación que le produjo visitarla.
La casa de la calle Ramírez 14 merece mucha atención en La revolución callada; no en vano, Barragán fue puliéndola a lo largo de los años, para propio disfrute pero también para erigirla, a través de las excelentes fotografías de Armando Salas Portugal, en la mejor imagen de sí mismo y de su obra.
La imagen de la Casa Barragán, la definitiva y la primera, en terrenos adyacentes, hoy conocida como Casa Barragán-Ortega, protagonizó folletos y campañas de los proyectos inmobiliarios de su autor en El Pedregal, parcelamiento sobre piedra volcánica que promovió desde finales de los años 40 en un DF en expansión. Persona de orden perteneciente a la clase alta agraria de Jalisco, Barragán se sintió durante años ajeno a los grandes proyectos de estado del México revolucionario, y desde muy pronto decidió establecerse como promotor para prosperar económica y creativamente.
Todo ello queda exhaustivamente documentado en el catálogo editado por Skira, la Fundación Barragán y el Vitra Design Museum. Como lo está, por supuesto, el itinerario formativo que condujo a Barragán a la depuración de su estilo, entre la asunción de los hallazgos estructurales del movimiento moderno y la búsqueda de una arquitectura específicamente americana a través de las diversas tradiciones que confluyen en México y de la valoración integral del paisaje. “Hay que buscar la manera de que las casas sean jardines y los jardines casas”, dirá parafraseando a un referente temprano como Ferdinand Bac. Otros muchos y más importanes como Kiesler, Orozco, Chirico, Breton, por supuesto Le Corbusier, desfilan por estas páginas, como eminentes colegas venturosamente condicionados por la obra de Barragán, de Louis Kahn a Tadao Ando.
“Una arquitectura que no produce serenidad ha fracasado en su misión espiritual”, dejó dicho Barragán. Si tienen ocasión pasen por la librería del IVAM y háganse, si quedan, con un ejemplar de este libro magnífico, destilación de la ejemplar figura de su protagonista.
BORJA MARTÍNEZ (@BorjaMzGz)