Algunos buenos libros (xv)
Un primoroso retorno a Oz, una novela de amor filial, una historia de la posguerra española y la antología de un poeta campesino y zen.
Es un primor esta edición de El mago de Oz que trae El Paseo con nueva traducción de Óscar Mariscal y las ilustraciones originales de W. W. Denslow en el centenario de la muerte de su autor, Lyman Frank Baum. El cuento de Dorothy, Alicia de las praderas, que estaba llamado a ser una pieza clave de la cultura contemporánea occidental, aparecía en 1900 con una llamativa ambición. «Incluyendo ya la educación moderna la moralidad en sus temarios, el niño de hoy solo busca entretenimiento en sus cuentos maravillosos, y con mucho gusto prescinde de todo episodio truculento», explicaba Baum en la introducción. «Con esto en mente, la historia de El maravilloso mago de Oz fue escrita exclusivamente para complacer a los niños de hoy en día. Aspira a ser un cuento de hadas modernizado, en el que se conservan el asombro y la alegría, y del que se excluyen las angustias y las pesadillas». Puede que el afán de Baum fuera sincero, pero el mundo de Oz ofrecía su propio reverso truculento, reflejo quizá del nuevo mundo en el que se inspiraba y al que iba dirigido, la Norteamérica que se preparaba para la hegemonía global. En su excelente ensayo Teenage. La invención de la juventud, editado el año pasado en España por Desperta Ferro, Jon Savage explica cómo tanto Baum como Denslow se nutrieron de las impresiones de la Exposición Universal de Chicago de 1893 para construir el mundo imaginario de la ciudad esmeralda. Aquel escenario efímero y deslumbrante, The White City, donde 50.000 expositores de todo el mundo exhibieron las maravillas de la modernidad industrial, se erigía a pocos kilómetros de la ciudad real, gris y desmesurada, sobrepasada por las urgencias de su propio crecimiento. Denslow pasó en su recinto prácticamente todos los días que duró el certamen dibujando escenas para el Herald de Chicago: «Lo primero que pensé, sabiendo que solo serviría para el breve lapso de seis meses, fue que compondría una ruina magnífica cuando todo hubiera terminado». ¿La fantasmagoría del capitalismo industrial inspirando la figura del mago farsante detrás del mundo de Oz? «El siglo XX exigía nuevos mitos y Oz no solo fue uno de los primeros, sino uno de los más duraderos. Junto con La interpretación de los sueños», publicado ese mismo año, El mago de Oz «se sitúa en un punto crucial en la concepción occidental de la juventud», asegura Savage. Su libro es embriagador y sugerente y nos envuelve a la manera del tornado que se lleva a Dorothy, hasta el punto de hacernos caer de cabeza por nuestra propia cuenta en las páginas de Hollywood Babilonia, donde Kenneth Anger relata de manera inmisericorde el triste final de Judy Garland: «La Dorothy de El Mago de Oz murió sentada en el retrete, apto para un viaje over the rainbow. Totalmente vestida, encorvada, como si estuviese rezando y con el rostro hecho un revoltillo ensangrentado, parecía una máscara azteca». Otra historia, desde luego, pero que ilustra hasta qué punto los cuentos de hadas, incluso los de nuevo cuño, precisan de un reverso de angustia y pesadilla para ser grandes.
EL MARAVILLOSO MAGO DE OZ
L. Frank Baum. Ilustraciones de W. W. Denslow
El Paseo
No se sientan disuadidos por las sinopsis. No se trata de otra historia conmovedora ambientada en la Segunda Guerra Mundial. Confíen sobre todo en el criterio de un sello fiable como Sexto Piso, que nos trae de vuelta a una de sus autoras fetiche, Nell Leyshon. Del color de la leche apareció en 2013, obtuvo el premio a Libro del Año del Gremio de Libreros de Madrid en 2014 y desde entonces lleva más de 25.000 ejemplares vendidos. En El bosque la novelista y dramaturga inglesa –primera mujer en estrenar en el Shakespeare’s Globe de Londres– no ha buscado una temática vistosa sobre la que construir una novela. Ha sido al revés. Conmovida por la profunda carga afectiva que descubrió en su propia maternidad, Leyshon quería encontrar la mejor manera de escribir al respecto. Inventó a sus protagonistas, Zofia y Pawel, una madre y un hijo arrojados por las circunstancias a un destino incierto, y los situó en la Varsovia ocupada de la que le había hablado un amigo de sus padres, el ilustrador y autor de libros infantiles Jan Pienkowski. La novela aparece así trazada en dos movimientos: primero en Polonia, donde el niño Pawel, sensible e imaginativo, crece protegido por su madre, su tía y su abuela antes de que la guerra destruya aquel entorno de seguridad y obligue a Zofia y su hijo a buscar refugio en el bosque del título. Escondidos al cuidado ocasional de una anciana con trazas de hechicera, Pawel descubre la vida de verdad y establece con su madre un vínculo fortísimo basado en «la intimidad de estar encerrado en aquel establo con el olor a orín y mierda de caballo» y en la emoción posterior de haber sobrevivido. El segundo movimiento tiene lugar décadas después en Inglaterra, donde Zofia y Pawel se han convertido en Sofia y Paul, ciudadanos ingleses. Ella viuda, él escenógrafo de éxito que decide reciclarse en ilustrador y marcharse a vivir al campo, secretamente estimulado por el recuerdo de lo que aprendió acerca de cultivos y plantas en el bosque, y sobre todo decidido a compartir la vida con Alexander, su pareja desde hace años, tras la despenalización de la homosexualidad en Inglaterra, y hacérselo saber a su madre, que hasta entonces ha vivido al margen de ese aspecto fundamental de sí mismo. «Ellos dos, surgidos de las cenizas de todo eso, todo eso. Han atravesado el gran siglo XX, escondidos en el bosque para sobrevivirlo, y aquí están ahora, en el siglo XXI». Ellos y un adorado libro que estimuló los sueños a los que con el tiempo Paul daría su propia forma. Nell Leyshon administra todo ello con sutileza y encanto. Evocando los sucesivos episodios de esas dos trayectorias trenzadas, describiendo con gran delicadeza los momentos y gestos de ese enorme amor filial desde la perspectiva de cada uno. Y evidenciando, de paso, lo próximos que pueden estar, a tiro de unas pocas décadas y unas horas de vuelo, el sosiego y el infierno.
EL BOSQUE
Nell Leyshon
Sexto Piso
Rafael Abella (1917–2008) fue uno de los grandes autores de la historia popular enfocada particularmente sobre la Guerra Civil y el franquismo. Químico de formación y profesión, en los años 70 se inició en la escritura de libros de divulgación histórica para la Editorial Planeta, donde terminó trabajando y llegó a llevar las relaciones institucionales de la casa. Lo cierto es que Abella tuvo el honor de abrir una aventura editorial clave: el primer título de la colección Espejo de España creada y dirigida por Rafael Borràs fue La vida cotidiana durante la Guerra Civil. La España nacional (1973). Después llegaría, en 1975, el volumen correspondiente a la España republicana, y en 1978 Por el imperio hacia Dios, una visión en las mismas coordenadas de la España de la posguerra entre 1939 y 1953, cuando tiene lugar la firma de los acuerdos con Estados Unidos, momento en que el régimen consigue la aceptación internacional y el influjo del partido único empieza a decaer hasta la insignificancia meramente simbólica. Ese libro ha servido precisamente de base para la refundición que ahora presenta Arzalia en edición de David Pallol. Una actualización del trabajo de Abella, reescritura en algunos aspectos, que adapta a nuestro tiempo el importante trabajo de investigación e interpretación que realizó su autor. El resultado es una síntesis plausible y muy bien articulada de historia política, social y cultural expresada con un estilo ameno y accesible. Una introducción muy recomendable para conocer no sólo la estructura política del Estado y las sensibilidades ideológicas que anidaban en él, sino realidades como la represión, la miseria, la censura, o la moral y las costumbres imperantes. Aderezado todo con curiosas estampas publicitarias extraídas de la prensa del momento.
LA ESPAÑA FALANGISTA
Rafael Abella
Arzalia
En este loco mundo de la edición de hoy, cuando parece que todo libro debe tener un potencial decorativo si quiere abrirse hueco en los estantes de novedades, es necesario reivindicar diaria, denodada, incansablemente la labor de esos editores de verdad que sacan adelante un proyecto intelectual antes que estético. Como Raúl Herrero, que con sus Libros del Innombrable va conformando discretamente un catálogo imprescindible de heterodoxos, herméticos y obliterados por las modas vigentes. Todavía sobre la mesa el imponente testamento artístico de Josep Soler i Sardà llega en el post centenario de su nacimiento esta antología de otro autor caracterizado por su independencia, Werner Aspenström, uno de los grandes poetas suecos del XX, a cargo de una figura de la traducción en España como Francisco J. Uriz. Después de preparar la antología de Aspenström que hace ahora veinte años publicó Kepa Murua en su editorial Bassarai, Uriz siguió traduciendo «por puro capricho», pero con cierta intención de completarla y ampliarla. «En una charla con el Innombrable», cuenta Uriz en el prólogo, «le conté lo que estaba haciendo, me dio luz verde para seguir mi proyecto hasta su publicación y hace un par de años me puse seriamente a la labor». De Zaragoza tenían que ser. Aquí está el resultado, que triplica aquella primera antología. Y es un placer el descubrimiento de una obra «imbuida de sabiduría campesina y filosofía zen, con una particular visión de la vida que difunde en pequeñas miniaturas, sin levantar la voz, con dulce melancolía». Frente al pesimismo de los escritores de su generación, la escritura de Aspenström se fija con humor y agudeza en una cotidianidad donde no faltan los problemas, pero tampoco la luz que desafía la oscuridad de la existencia. Comprometido pero no panfletario, escéptico pero no cínico, «desconfía de las grandes palabras, del estilo ampuloso y de los grandes gestos» así como del intelectualismo en general. Aspenström se inspira con frecuencia en la naturaleza donde se crió como niño campesino y en los sueños que recopiló metódicamente durante toda su vida. Para muestra este delicado botón titulado “Oruga medidora”: Me asomo a la hoja de mi cerezo / y oteo hacia la eternidad: / hoy la eternidad es algo demasiado grande, / demasiado azul y kilométrico. / Creo que voy a quedarme en mi cerezo / midiendo mi verde hoja de cerezo.
EL POETA QUIERE QUE LA POESÍA SE ABRA AL MUNDO
Werner Aspenström
Libros del Innombrable