Algunos buenos libros (ix)
Una tragicomedia cubana, la novela realista de un surrealista, Blasco Ibáñez de viva voz, un tratado de opiniones ajenas y un elogio literario de la jardinería.
A finales de 2017 Karla Suárez presentaba El hijo del héroe (Comba), cierre de una personal tetralogía literaria inspirada en sus vivencias y en la historia reciente de su país, Cuba. Autora reconocida, seleccionada por Hay Festival para el Bogotá 39 de 2007, por primera vez en doce años se publicaba una novela suya en España casi al mismo tiempo que en Francia y Portugal, países en los que sus libros se editan con total regularidad. «En España yo no entiendo cómo funcionan las cosas editoriales. Misterios de este mundo literario que tanto ha cambiado, en el que yo creo que se buscan más lo números que la literatura», explicaba entonces a LEER. Ahora, de nuevo Comba resuelve otra cuenta pendiente con Suárez y publica aquí, ocho años después de las ediciones portuguesa y francesa, la tercera pieza de su ciclo novelesco, Habana año cero. Una excelente noticia, porque Karla Suárez es una de las voces más claras y estimulantes de la literatura de su país. Esta tercera novela discurre en los estertores del llamado Periodo Especial, la época de privación que siguió al colapso de la Unión Soviética. «Todo ocurrió en 1993, año cero en Cuba. El año de los apagones interminables, cuando La Habana se llenó de bicicletas y las despensas se quedaron vacías. No había de nada. Cero transporte. Cero carne. Cero esperanza. Yo tenía treinta años y miles de problemas». Por eso y pese a todo la matemática Julia se embarca en una pesquisa con Euclides, mentor, ex amante –«Nuestro romance empezó en la cátedra un día que llovía mucho. Estábamos solos. Era tarde. Mi tesis era muy difícil y afuera diluviaba. La solución de ese problema la encontramos encima de una mesa»– y ahora amigo, para encontrar el documento que demuestre que Antonio Meucci inventó el teléfono en Cuba. La ilusión por hallar la prueba que certifique el hallazgo cautiva las energías de dos científicos acogotados por las circunstancias de un país en ruinas y anima una novela brillante, alegre y hermosa, que discurre al ritmo preciso, musical y armónico, de capítulos cortados a escoplo, que impone la cabeza de ingeniera de Suárez.
HABANA AÑO CERO
Karla Suárez
Comba
«En el principio fue la madre», advierte en la excelente introducción de este La muerte difícil de René Crevel su traductor y editor, Julio Monteverde. El odio a una madre ferozmente burguesa y autoritaria, capaz de exponer al hijo de catorce años a la visión del padre suicida colgado de una soga a modo de inconcebible lección moral, propició el «anti-Edipo» de Crevel y con ello buena parte de los posicionamientos vitales y artísticos que le convirtieron en uno de los miembros más originales de la tribu surrealista, empezando por su bisexualidad militante y continuando con su marxismo a la contra de Moscú. Todo ello se proyecta en esta novela inédita en castellano hasta la fecha, y que con su habitual buen criterio editorial publica desde Sevilla El Paseo. La muerte difícil es una síntesis de todas las rebeldías de Crevel, que se mira en el espejo de su protagonista, Pierre Dumont, homosexual y toxicómano, atrapado entre la pasión enfermiza por el arrogante americano Arthur Bruggle –trasunto del pintor y músico Eugene MacCown, con quien Crevel tuvo una historia tempestuosa entre 1924 y 1926, año precisamente de publicación del libro– y el amor filial y sanador por su amiga Diane, cuyo padre, el señor Blok, se suicida de manera mimética a como lo hizo el padre de Crevel. Elementos autobiográficos de un libro que para Klaus Mann recogió como pocos «la esencia de la juventud europea tras la Gran Guerra». Esta edición de El Paseo cuenta como reclamo adicional con un texto extraordinario, a modo de prefacio, de Salvador Dalí, que esclarece a su manera paranoico-crítica la figura de un amigo querido –recientemente han sido subastadas, y adquiridas por la Fundación Dalí, un puñado de fotos inéditas de ambos con Gala en Port Lligat– al que recuerda en permanente proceso de reventar y renacer, aquejado de tuberculosis, opiomanía o contradicciones políticas hasta su suicidio en 1935, y que es asimismo una síntesis poética de lo que fue la implosión del movimiento surrealista.
LA MUERTE DIFÍCIL
René Crevel
El Paseo
«Un hombre absolutamente rodeado de gloria, no de una gloria académica, sino popular, dilatada. Era rico, ruidoso, importante, y su nombre volaba de un continente a otro. Un hombre fabuloso, desorbitado». Vicente Blasco Ibáñez en versión homenot, en palabras precisas de Pla. Político, editor, periodista, agitador y sobre todo novelista, la faceta que le convertirá en celebridad internacional, el autor de La barraca rompió moldes y emprendió proyectos de toda naturaleza. Fue más grande de lo que podía ser un español de la época, y paradójicamente esa dimensión le ha convertido con el tiempo en una figura relativamente obliterada. Ambicioso, proteico, inasequible, sospechoso para el estamento literario español, quedó fuera del canon. Murió de neumonía en su opulento retiro de la Costa Azul un día antes de cumplir 61 años, en enero de 1928. Le quedaba mucho por escribir. Entre otras cosas, unas memorias. Ahora, para cubrir parcialmente ese vacío de la propia voz, Emilio Sales y Francisco Fuster han recopilado para Fórcola las veinticinco mejores entrevistas que Blasco Ibáñez concedió entre 1910 y 1928 a a medios de España, Francia, Argentina, Cuba y Estados Unidos. Corresponden a su periodo internacional. Años en los que se hace colono en Argentina, triunfa en Estados Unidos con Los cuatro jinetes del Apocalipsis, intenta una carrera en el mundo del cine, viaja lujosamente alrededor del mundo en el crucero Franconia presuntamente financiado por Hearst. Hojear este manejable volumen de Fórcola, aderezado con un oportuno pliego fotográfico que ilustra la asombrosa vida aventurera de su protagonista, nos aproxima a un hombre paradójico, celebrity internacional en vida y español relativamente olvidado hoy. En la imagen de portada vemos a Blasco asomado a un balcón del parisino Hôtel du Louvre. Allí se encontró en esa misma época con Manuel Bueno, que escribió para ABC un excelente texto, recogido aquí, que da una medida plausible del personaje. «El pasado no existe para Blasco Ibáñez. Como todos los seres fuertes, nace todos los días, y el universo canta un nuevo himno en sus oídos. Los recuerdos y las nostalgias se quedan para nosotros, los que no nos consolamos de las ilusiones perdidas, de los sueños truncados y de las burlas implacables del destino». El himno blasquista de aquel día era llevar la república a la España alfonsina y primoriverista. No le dio tiempo.
SUEÑOS DE REVOLUCIONARIO
Emilio Sales y Francisco Fuster (eds.)
Fórcola
La gente no entiende, o lo hace con dificultad, lo que ve, lee o escucha. Vivimos superficialmente distraídos. Falta voluntad, entendimiento y memoria. La sociedad se resiente del empobrecimiento espiritual y devuelve más pobreza a sus miembros. Así ve las cosas Miquel Escudero, que observa la realidad desde una condición académica, la de matemático, que seguramente le ayuda a aislar, reconocer y conjuntar ideas e impresiones cuando ejerce de escritor. De su experiencia enseñando en la universidad ha extraído la voluntad y la exigencia de enseñar a pensar, y lo aplica a su búsqueda y perfeccionamiento del «arte de vivir razonablemente». Un objetivo que puede resultar modesto en los términos pero que quizá sea el más ambicioso posible. En este su último libro, Sostiene Mengano (Carena), que esta semana presentó en Madrid de la mano de Ramón Tamames y Francesc de Carreras, Escudero reflexiona sobre la sociedad, la historia, la política o el arte a través de las afirmaciones de los demás. Cada página es una pieza que lleva el nombre de alguien que ha sostenido algo en algún lugar, y que propicia un comentario leve, cordial, una invitación a reflexionar. Un libro penetrante pero conciliador, sorprendente y oportuno, que reúne a personas y personajes diversos para que sea el lector quien metabolice las afirmaciones y los interrogantes resultantes.
SOSTIENE MENGANO
Miquel Escudero
Carena
Penelope Lively no solo es una reconocida novelista sino una apasionada jardinera. En este libro que brota con la primavera de la mano de Impedimenta en traducción de Alicia Frieyro, Lively reflexiona sobre la necesidad y el sentido del jardín a través de su experiencia personal y de la literatura. Porque en su vida el jardín, la escritura y la lectura se han injertado mutua y exitosamente. La pasión jardinera de Lively, heredada de su familia, despertó durante su infancia en El Cairo, donde su padre trabajaba para el Banco Nacional de Egipto, en un jardín cuidadosamente organizado por su madre al estilo inglés donde la pequeña Penelope encontró una salida secreta al país de las maravillas de Carroll en el seto sobre el que se tumbaba a leer. Hoy escribe de una pasión que ya no puede practicar como antes, desde la limitada «jardinería de senectud» que todavía se puede permitir, pero que puede recrear con el entusiasmo de siempre a través de su vigorosa escritura. «Cultivamos para mañana, y aun para después. Cultivamos con expectación, y esa es la razón de que resulte tan estimulante», asegura Lively. Un ejercicio, pues, necesario y a la contra de un tiempo actual de satisfacciones instantáneas. «Cuando trabajamos en el jardín nos hacemos inmunes a los dictados del tiempo. Creamos orden. Diseñamos y dirigimos. Nos plantamos ahí, en medio de la vegetación, escapamos de los problemas mundanales, ejercitamos nuestras rodillas y nuestra espalda, ponemos a funcionar nuestros ritmos circadianos, estimulamos nuestro sistema inmunitario, y posiblemente sumamos unos cuantos años de vida». Fascina a la escritora «la tenacidad y la antigüedad de la vida vegetal», y certifica la proustiana capacidad de evocación que pueden tener las fragancias vegetales. «Y esa es la razón de que constituyan un material tan fértil para el escritor». Una hermosa lectura, abundante en referencias botánicas que invitan al apunte o el googleo del jardinero aficionado, y que se desgranan en un práctico índice onomástico de especies, conceptos, categorías, autores y libros. Una caja de semillas y letras.
VIDA EN EL JARDÍN
Penelope Lively
Impedimenta