Ada del Moral: «He escrito un trabajo de campo que es pura ficción»
Mandarines de la Villa y Corte: si han tratado a la autora de ‘Cola de ratón’, si alguna vez han quedado expuestos al escrutinio de su intuición, búsquense en sus páginas. Esta es una novela de Madrid, y de sus miserias de ustedes.
Ada del Moral se ha especializado en frecuentar a sus mayores. A los muertos, como estudiosa de la literatura fascinada por Joaquín Dicenta y demás Gente Nueva, y a los vivos, en primera persona, tratando a tipos (y tipas) que no desmerecen por originalidad y carácter a algunos de la bohemia clásica. De todo ello ha extraído material suficiente para inventarse Cola de ratón (Punto de vista).
Muchos de los personajes del libro están inspirados en figuras reales del mundo de la cultura madrileña.
Todos.
¿Todos, todos?
Todos.
¿Es un ajuste de cuentas?
No. Un escritor encuentra algo que le llama la atención y desea hacerlo suyo. Solo deseo mostrar. Trato de retratar criaturas a las que he visto, sus comportamientos. Es un trabajo de campo, pura zoología, pero a la vez es pura ficción. Es verdad que los he visto de cerca y me disgusta la naturaleza engreída y arrogante de algunos de ellos. Esa especie de distancia absurda de los llamados intelectuales hacia todo lo que no sea su casta es un horror y una lacra.
Los tuyos forman parte de cierta ‘izquierda caviar’.
Eso es, todos menos Pipe, que es el único que habla de Foxá, de Casona, de Ernesto Vilches y de Enrique García Álvarez, el único que tiene referencias españolas, que le toca las narices el rollo anglo, que es absolutamente español y lo está diciendo continuamente.
Y están todos bastante mal.
Es una generación que abusó mucho de las drogas y del alcohol, siguiendo un poco ese lema de muere joven y deja un bonito cadáver. Pero cumplen 50 y entonces entran en pánico, Dios mío, seguimos vivos todavía, ¡qué desesperación! Y no saben qué hacer.
Partiendo de lo lúdico tuvieron la suerte de situarse bastante bien.
Salvo una vez más Pipe, que ni siquiera tiene conciencia de su propio fin. Lo único que quiere es no vivir más que su perro y pasárselo lo mejor posible dentro de lo que su propio deterioro y su egoísmo le permiten. Son todos demasiado egoístas, incluso los que parecen generosos. Y el peor de todos es el fotógrafo. El fotógrafo ha estado sistemáticamente sometido al horror y al final es lo único que le pone. Además es inútilmente cruel, que es lo peor de todo. Es uno de estos santos laicos que van por ahí en plan ay la guerra de Irak y la solidaridad, y al final son tan solidarios que hasta se detestan entre sí como amigos. Han perdido toda noción de la amistad.
¿Se van a reconocer leyendo el libro?
Yo tengo una gran tranquilidad, y es que nadie en el mundo de la cultura lee los libros a no ser que se les cite. Si nos leen nuestros compañeros me encantará que alguien me diga algo malo o bueno, porque lo importante es que hablen de uno, pero no tengo mucha esperanza. Yo no he escrito un libro para la comunidad literaria, yo he escrito un libro para los lectores. Y si resulta que en la comunidad literaria hay lectores pues me parece maravilloso. La clase literaria lee muy poco. Yo no he tenido en ningún momento la necesidad de agradar a nadie. Hoy en día hay autores que no dejan de citar a todo Cristo para quedar bien. Yo solo cito a los muertos, a autores detestados como Foxá o Casona, o a Horacio.
¿Por qué ambientas la novela en la resaca del 11-M?
A mí me sorprendió que, ante el primer acontecimiento que yo viví como una amenaza real, algunos de estos personajes se dolieran mucho; esto nos lo tenemos merecido por lo que hemos hecho, porque Aznar nos metió en la guerra, etcétera, pero que luego en el fondo les importara un pimiento. No era su guerra. Lo que a ellos les podía tocar era ya otra cosa. Ya lo dice Néstor, que es el primero en palmar y el único que no me importa que se sepa que está inspirado en Michi Panero: “ahí os queda eso, y que os jodan, porque dais asco”. El 11-M marca un nuevo orden de cosas, el terrorismo a gran escala, el final de la era analógica y el comienzo real de la era digital.
Muchos de estos individuos han sido los que han mandado, decidido o influido en la decantación de la cultura oficial española. ¿Cuál ha sido su legado?
Un pesimismo relacionado con la muerte: como yo me voy a morir todo lo demás desaparece y lo que viene detrás no merece la pena. Entretanto, la generación de sus becarios, que estaban encantados de trabajar para ellos sin cobrar, parece que diez años después siguen siendo becarios. Primero se aprovecharon de lo infantiles que eran y después de su infantilización para dejarles en el limbo.
Los escritores de tu edad suelen hacer novelas sobre gente de su edad. Tú haces la novela de la generación anterior.
E incluso de la anterior de la anterior. Yo he intentado huir de la autoficción y del ombliguismo. Por eso he intentado no hablar tanto de mí como de lo que he visto a mi alrededor. Sinceramente estoy cansada del pronombre yo / mi / me / conmigo, no quiero hablar de mí. ¡Qué aburrimiento! Quiero hablar de cosas en conjunto, quiero crear gamas tonales. Lo que me fastidia de muchas novelas de ahora, por así decirlo, es que no se ve movimiento de personajes, ni siquiera dos o tres. En algunos momentos he intentado mover seis, siete, diez, que se viera a un puñado de seres humanos en conjunto que no están reflexionando para sí mismos, como si estuviéramos escuchando sus monólogos. He querido poner una intención en el diálogo, en el color, que se viera a la gente con la que se relacionan, la ciudad en la que viven.
Formalmente es una propuesta original. Evitas las convenciones de cierta novelística reciente.
Que está llena de escritores. He procurado que no haya escritores en esta novela, primero porque son profundamente aburridos como personajes, no me interesan nada. Yo sobre todo me he relacionado con actores, que para eso he estado dirigiendo la revista de la Unión de Actores durante ocho años de mal recuerdo –ya lo decía Henry Fonda: “Espero no haberte defraudado, no soy una persona demasiado interesante, en la vida no he hecho otra cosa que ser otras personas. De veras que no soy Henry Fonda, nadie podría serlo, nadie podría tener nunca tanta honradez”…–. Actores. Pero es que el escritor se cree su máscara. Por eso no me interesa como personaje. Prefiero a doña Petra la castañera o a un perro que hace de asistente social antes que meter a un escritor ahí, porque es que me duermo. No puede ser, es un coñazo, porque al final tienes una novelística exclusivamente dedicada a los escritores, que son una mínima parte de la sociedad que no tiene por qué estar en la realidad ni saber lo que es la realidad. No me interesa, no quiero. Esta es una novela sobre anti escritores.
¿En qué momento empiezas a concebir este libro, a querer escribirlo?
El libro se ha concebido conmigo, llevo escribiendo este libro desde los 20 años. Todas las novelas que tengo las llevo escribiendo desde hace muchos años. Por eso con la edición de Cola de ratón tengo una cierta sensación de pérdida, de entierro, también de hijo emancipado, por fin estás hecha, es la hora de que te lean otros porque yo ya estoy aburrida de leerte, no puedo más. Lo que ha pasado es que se ha ido haciendo, y esta novela hace unos años era completamente distinta, los personajes fueron creciendo y envejeciendo, yo fui madurando. Creo que ahora estoy en mi sazón y esta novela también, así que hay que hacer que vuele como una cometa, como un pajarito, vuela, hija, aléjate de mí.
Es una novela muy madrileña.
Madrid no tiene nada que envidiarle a ninguna ciudad del mundo. Madrid tiene su personalidad a pesar de que ha sido masacrada. Se ha convertido en una especie de franquicia ambulante, todos sus puntos de carácter han sido abolidos, pero pese a todo sigue siendo una ciudad con un espíritu muy propio. Sé lo que son sus callejas, sus tugurios, sus casas pobres, sé lo que son sus barrios elegantes y populares al mismo tiempo, sé lo que son sus barrios pijos. Y como hija de lo que soy, de mi Gente Nueva y de otras tantas cosas, pues he querido hacer una novela de Madrid, en Madrid, sobre personajes de Madrid que son perfectamente universales. Madrid tiene una personalidad muy literaria, muy desconocida, muy abandonada, muy despreciada, pero muy rica.
Procedente del número 290 de la Revista LEER.