Solar de Samaniego acoge esta noche en sus instalaciones alavesas de Laguardia la tercera edición de su premio de novela, gran cita anual de su proyecto enoliterario Beber entre Líneas. LEER viajó en septiembre a Laguardia para conocer de primera mano todas las dimensiones y novedades de esta ambiciosa fusión de las culturas del vino y la literatura.
Estamos en el corazón de la Sonsierra, la gran comarca del vino de Rioja, que desborda las delimitaciones administrativas convencionales extendiéndose por Álava, La Rioja y Navarra. Desde la puerta de la instalación alavesa de Solar de Samaniego –también cuentan con bodega en Roa, Burgos, adscrita a la denominación de origen Ribera de Duero– se contempla en visión panorámica el paisaje que hace posible el milagro del vino. Al norte, la Sierra de Cantabria, que protege el valle vitivinícola español por excelencia de las inclemencias septentrionales. Al sur, el río Ebro, que irriga y fertiliza. A lo lejos, en privilegiada perspectiva, la Demanda. Mañana empieza la vendimia.
En contraste con la arquitectura del espectáculo de algunas bodegas vecinas, las instalaciones de Solar de Samaniego conservan las hechuras funcionales e industriales de cuando fueron construida en los años 70 para la producción a gran escala. El tiempo llevó el proyecto de Bodegas Alavesas S.A. por otros derroteros. Antes de poner en marcha en 1980 uno de los primeros clubes del vino de España –su Cofradía, con más de 65.000 miembros a lo largo de estos más de 30 años– ya se había optado por una producción reducida y de calidad, ajustada a las vides de sus fincas. A la cabeza de ellas, a unos pocos kilómetros de aquí, está la más venerable y reconocible, La Escobosa, que perteneció a la familia de Félix María de Samaniego. El gran fabulador da nombre a los vinos de la casa e inspira el proyecto enoliterario que hoy nos ha traído aquí, Beber entre Líneas.
El hormigón y las grandes dimensiones esconden, cruzando una sencilla puerta metálica, un insospechado tesoro. La materialización de un sueño: aunar la cultura del vino y la literatura en una propuesta multidisciplinar. Nada más entrar, un rincón sorprendente a modo de antesala que podría parecer un espejismo. Una confortable biblioteca que también es tienda de vinos y que pronto será, además, librería, y que funciona como declaración de principios de lo que el que llega encontrará. El contraste entre la luz cegadora de un luminoso día de final de verano y la onírica penumbra que el proyecto interiorista del estudio de Lázaro Rosa-Violán no ha hecho sino subrayar confieren a la experiencia que está a punto de comenzar una dimensión casi iniciática.
El visitante recorrerá parte de la impresionante nave principal de la bodega para acceder a la Sala de Fincas, un espacio de cata donde a través de las acuarelas de Diego Sáinz conocerá la historia y características de los siete viñedos de Solar de Samaniego. Entre los vinos que podrá probar, los de la Colección Beber entre Líneas, El Cerrao, Musco y Majaflorida, procedentes de las fincas homónimas. Cada uno de ellos, además de la identidad y los rasgos intrínsecos a su origen, ofrece una tipicidad literaria, aportada por las descripciones realizadas por miembros de la Real Academia Española como Soledad Puértolas, José María Merino, José Antonio Pascual o Luis Mateo Díez, que han dejado escritas las sensaciones que aquel vino les ha proporcionado. O la colección 7 Cepas, una edición limitada que a través de doce botellas, correspondiente cada una de ellas a un mes del año, marida a grandes escritores de la historia y su manera de expresar la pasión por el vino con sendas ilustraciones de Elena Odriozola, que interpreta a los autores y sus pasajes y la idea de que el placer, como la inspiración, son de difícil aprehensión.
Menú de fábula
En sintonía con las doce referencias del almanaque enoliterario de 7 Cepas, el cocinero Víctor Taboada elabora cada mes un Menú Beber entre Líneas para los miembros de la cofradía de Solar de Samaniego que deseen acercarse al restaurante de la Bodega. El de octubre, precisamente, está dedicado a Félix María de Samaniego, nacido un día 12 de este mes en 1745. Fragmentos de sus fábulas acompañan la propuesta otoñal, construida como siempre a base de productos de la tierra y de temporada y en oportuno maridaje con los vinos de la casa. A modo de entrantes, migas con ravioli de huevo de codorniz y panceta ibérica y croquetas de jamón y queso de los Cameros; a continuación, unas asombrosas pochas elaboradas con alubias de temporada y hongos silvestres; y para terminar, merluza del Cantábrico sobre ragú de chipirón de potera o cochinillo casero deshuesado con jugo de vino, crema de manzana reineta alavesa y esas uvas que en una de las más famosas fábulas de Samaniego la zorra ansiaba comer.
El menú cambia de mes en mes, pero el postre permanece. Sin salir de la Sonsierra, en Viana, tiene su obrador heladero Fernando Sáenz Duarte, Premio Nacional de Gastronomía 2016 al mejor cocinero dulce de España. Sáenz despacha sus helados de fantasía a algunos de los mejores restaurantes del país. A él le quiso encargar César León, director creativo de Beber entre Líneas, un helado inspirado en el proyecto. Y así surge el helado de lías de vino tinto, ambrosía que, acompañada de crema de chocolate blanco, yogur de leche del Gorbea, coulis de fruta de la pasión e infusión de frutos rojos y vino, articula un remate extraordinario. Para terminar, ahora sí, de la mejor manera, pídanle a Víctor Taboada una copa de su zurracapote. Esta bebida tradicional del área vasconavarra no es aquí una mezcolanza de batalla, sino un excelente vino de postre.
Samaniego, figura tutelar de esta casa, nos apela desde el menú de octubre, y siempre desde sus fábulas, algunas de las cuales, proyectadas en las cubas en la oscuridad de la nave central de la Bodega, acompañan al visitante mientras degusta un vino de crianza en uno de los momentos del recorrido; el que antecede al descubrimiento de la joya de la bodega: la Catedral del Vino. Una impresionante obra pintada en el verano de 2016 por el muralista australiano Guido van Helten sobre siete enormes depósitos de hormigón nunca utilizados. Una minuciosa intervención en el llamado espacio Medio Millón, por los litros que hubieran podido albergar estos gigantes, que interpreta conjuntamente los oficios del libro y el vino, rematado con un monumental retrato del enólogo de la casa, Alberto Serrano, con un libro en la mano. Su contemplación exige al espectador posicionarse en una serie de puntos precisos de esta nave de espectacular aire penitenciario, magnética como todos los antiguos espacios industriales, que promete enriquecerse en los próximos años con nuevas propuestas artísticas.
Porque Beber entre Líneas es un proyecto orgullosamente en marcha, como demuestra la evolución de su premio de novela. Después de dos ediciones galardonando obras originales, Solar de Samaniego, en alianza con Librerías L, Asociación de Librerías Independientes, ha decidido reconocer un libro publicado el año anterior que no ha recibido la atención que hubiera merecido a juicio de los propios libreros. El resultado se dará a conocer el 26 de octubre en una gala que tendrá lugar en Laguardia. En esta cava de la literatura, hogar de uno de los proyectos culturales más interesantes de España, fusión de artes e intenciones.
BORJA MARTÍNEZ