Unas piedras verdes engarzan parte de la historia común de España y América. Las esmeraldas que Moctezuma regaló a Hernán Cortés y que el conquistador de México entregó a Carlos V. Y que habían llegado al imperio azteca gracias a las redes comerciales precolombinas desde las minas de Boyacá, situadas en lo que hoy es Colombia. Y que Teresa de Ávila recibió desde Cartagena de Indias de su hermano Lorenzo de Cepeda para la fundación de algunos de sus conventos. En torno a ello, la Ruta BBVA ha trabado un elegante discurso que ha demostrado un año más la indisoluble vinculación de España e Iberoamérica, esa historia a dos orillas que se obstina en reivindicar su fundador y director, Miguel de la Quadra-Salcedo; y que ha animado el programa cultural y aventurero de esta iniciativa ejemplar que acaba de cumplir 30 ediciones.
Ayer regresaba a Madrid la expedición de una Ruta BBVA 2015 que durante algo más de un mes ha llevado a 174 chavales de 21 países por España y Colombia al compás de un puñado de hitos de primer orden. El quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús y el cuarto de la publicación de la segunda parte del Quijote armaron un itinerario peninsular que además ha discurrido por Galicia guiado por las flechas amarillas que hace treinta años empezaron a pintar el párroco de O Cebreiro, Elías Valiña, y el propio Miguel de la Quadra para cimentar la revitalización del Camino de Santiago, una ruta milenaria que hoy goza de espléndida salud.
Blas de Lezo funcionó como eslabón intercontinental de esta trigésima Ruta: del discreto monumento erigido recientemente en la Plaza de Colón de Madrid a la imponente estatua que recibió a la expedición al pie del Fuerte de San Felipe en Cartagena de Indias, donde el heroico Mediohombre lideró en 1741 la resistencia de la ciudad contra el asedio británico encabezado por el almirante Vernon. Cartagena fue el punto de partida de una etapa colombiana repleta de lugares y referencias: Santa Marta, la más antigua ciudad de Colombia, y en las estribaciones de su Sierra Nevada –la cordillera costera más alta del mundo– el impresionante parque nacional de Tayrona, enclave de importantes pueblos caribeños de raigambre prehispánica y escenario de una de las marchas más exigentes de la edición de este año, la ascensión a las ruinas chaimara de Pueblito. Antes, los expedicionarios acamparon en la Quinta de San Pedro Alejandrino, última morada de Simón Bolívar. Y después, en su camino hacia el interior de Colombia, pasaron por Aracataca, la cuna de Gabriel García Márquez, que fue hilo conductor literario desde la misma Cartagena. Esperaba Bogotá, y antes Bucaramanga, y el abismo del cañón de Chicamocha, y ciudades eminentes como Barichara, el más bonito pueblo castellano de Colombia, y Villa de Leyva, y Tunja.
Como cada año, los expedicionarios han conocido enclaves naturales e históricos de primera magnitud, pero también los problemas y circunstancias de las comunidades que han visitado. El programa de emprendimiento social representa la creciente implicación de la Ruta BBVA y sus participantes en la realidad de los países que visita. Un aspecto fundamental de este viaje iniciático que en estas cuatro décadas han realizado más de 9.000 jóvenes de todo el mundo. Y es que, como explicaba Miguel de la Quadra hace unos años en las páginas de LEER, «la Ruta cambia la vida. Maduran, descubren… Estos chicos entienden el mundo mejor, sus lacras y problemas. Conocer América así, con austeridad y durmiendo en el suelo, sirve para conocerse a uno mismo».
También entonces nos confesaba el periodista y aventurero vasconavarro que de niño leyó La Jangada de Verne, y que no paró «hasta bajar el amazonas en balsa con mi mujer y mi hijo… La aventura nace en la biblioteca». Por eso desde hace más de una década LEER sigue puntualmente los pasos de la Ruta BBVA, y ofrece en su Extra de Navidad una visión reposada de la expedición de cada año, estrechamente vinculada a sus argumentos literarios, culturales e históricos.
Desde LEER hemos viajado a Colombia con la Ruta BBVA 2015 ligeros de equipaje pero no de lecturas. En una librería de Cartagena de Indias compramos un ejemplar de El general en su laberinto para llegar a San Pedro Alejandrino de la mano del Bolívar crepuscular que dio allí con sus maltrechos huesos once días antes de morir, el 17 de diciembre de 1830. Y de España llevábamos un ejemplar de La vorágine, la joya literaria de José Eustasio Rivera en edición de 500 ejemplares de Drácena patrocinada expresamente para la Ruta BBVA por Panama Jack, la empresa española que desde hace años equipa y calza a la expedición. Precisamente Panama Jack hara posibles las páginas ruteras del Extra de Navidad de LEER. Acaba otra edición de la Ruta BBVA y en LEER empezamos a trabajar para contarla de otra manera.
BORJA MARTÍNEZ