La Coda es un regalo especial de marzo; a partir de ahora, será el broche de oro de cada número en papel. La ha estrenado este mes que ahora termina el escritor Germán San Nicasio, encargado de abrir fuego con un texto ajedrecístico muy provocador que nos ha escrito ex profeso en relación a nuestro reportaje de portada. Remite directamente al primero de sus Diarios, titulado “Diario de un escritor delgado”, cuya continuación, “Una sardina en una copa de champán”, acaba de publicar con Eutelequia.
Es universalmente sabido que en cualquier partida normalita de ajedrez se producen más es-cenas de sexo y violencia que en toda la industria americana del cine para adultos durante un año entero. El ajedrez, como batalla carnal, es un sarao muy bárbaro: fetichismo, sadomaso-quismo, las prácticas grupales son salvajes hasta decir basta, incluso hay cuatro magníficos sementales equinos para que los más zoofílicos del club se puedan hinchar si lo desean, pero en esta orgía a vida o muerte la estrella absoluta es la reina negra. Porque si para los grandes maestros la vida viene a ser la teoría y el ajedrez la práctica, para la reina negra el tablero es una cama redonda.
Puede parecer que la reina blanca, con su alma de albornoz de hotel de lujo, también lo tiene todo en la vida, pero al ser una pieza más poiquiloterma, pues unos días sí: a lo mejor amanece inspirada como una starlette porno el día de su boda, pero otros, la mayoría, se arrastra por los escaques igual que la mujer florero de un multimillonario ruso, siempre con la responsabilidad de la iniciativa y siempre temiendo que el multimillonario la vaya a cambiar por otra más delgada y más joven, y encima sus alfiles son fríos como dos dentistas y su séquito de peones paliduchos, con esos esmóquines blancos que llevan ya sea invierno o verano, en fin, que no le da a la pobre para muchas alegrías. No hay color: los peones negros son mejores amantes, están infinitamente mejor dotados por la naturaleza y tienen más sentido del ritmo, y por los mismos motivos de exuberancia física y potencia podemos decir también que los caballos negros son más caballos que los blancos.
Por eso ninguna pieza consigue sacarle partido a las partidas como la reina negra. Y no es sólo que todas vengan siempre de los sitios más exóticos del planeta, Barbados, etcétera, y, por tanto, lleven en el cuerpo la predisposición a la alegría; es que además tienen las manecillas del reloj de su parte, lo que les permite alternar a su antojo los roles de dominante y dominada a través de las distintas posiciones del multitudinario kamasutra interracial. De modo que el rey blanco intenta aguantar el tipo en el tira y afloja, hasta que… ¿Es un maniquí de luto? ¿Un barril de petróleo? No. Es una pantera ninfomaníaca dispuesta a fundirte las torres de un plumazo y luego mate en dos jugadas.
*Ilustración reproducida en el documental “La Dama del Ajedrez” de Agustí Mezquida.