Un amor integral
Hace varios años, con cierto margen de distancia entre una y otra, tuve ocasión de escribir sobre dos novelas que firmaba Carmen Durán: Las tinieblas del corazón y Tiempo de hechizos. Entonces, salvo algunos apuntes biográficos protocolarios, no sabía nada de la autora; sí que no pertenecía al medio literario de aquel momento, lo cual me liberaba de aprensiones que a veces no ayudan a la eficacia del trabajo.
Recuerdo de aquellas lecturas ciertas impresiones que podían inducir a la paradoja. La autora no intentaba disimular su inexperiencia en las lides literarias, pero apuntaba maneras de narradora y parecía tener muy claros los conceptos que aupaban el argumento y lo llevaban siempre donde ella quería. Carmen Durán demostraba un compromiso sin fisuras con el ámbito elegido para su decurso narrativo, un control exhaustivo de los parámetros en que se deben desarrollar las novelas y un lenguaje que, sin abjurar de las emociones y los sentimientos, trataba de aquilatar bien la medida de lo que quería decir; pero, a la vez, mantenía cierta distancia con el texto, como si cada párrafo dependiera de una reflexión que lo empujase y lo contuviera.
Las circunstancias hicieron que Carmen Durán (psicóloga clínica especializada en psicoanálisis) empezase a colaborar en LEER y al poco se hiciera cargo de la sección de Psicología de la Revista. Muchos son los libros de los que ha hablado desde su página y muchas las sorpresas que yo me he llevado de la experiencia que la lectura de sus textos me provoca.
No sólo la de que es una experta en eneagramas y de que tiene algún libro al respecto, sino también que siempre incorpora la literatura a su afán cotidiano, su pasión por la lectura (de la que afirma que ha sido su salvavidas en muchos momentos, sobre todo en la infancia y adolescencia), los libros y los autores que han significado algo en su vida y que lo siguen haciendo tanto desde el solaz de la lectura y la reflexión como de apoyo a la resolución de sus casos clínicos.
No me sorprende por tanto que ahora nos presente Amor y dolor en la pareja (Kairós), libro en el que se mezclan de forma natural su pasión profesional con su acerada disposición hacia la palabra bien empleada, la experiencia debida a sus casos clínicos con el bagaje literario que desde la infancia ha venido acumulando y que refiere en numerosas citas. Tampoco que un estudio serio y exhaustivo sobre el territorio emocional en el que vive el individuo desde que nace y tiene el primer contacto con la madre y como le determina esa relación, hasta que, después de pasar por el aprendizaje externo, llega a la relación de pareja y sus conflictos, sea contado como si fuera un relato, en el que las referencias literarias y el fervor por la palabra tienen una importancia de primer orden.
A veces, dice la autora, las novelas te ayudan, mucho más que los estudios clínicos, a entrar en la conciencia de los personajes, que en ningún caso dejan de ser casos reales que, en el fondo, buscan una luz para encontrar el camino hacia el bienestar; no hacia la felicidad, que es asunto más comprometido, como explica Carmen en la entrevista que sigue.
Me consta que Carmen Durán ha empezado a escribir otro libro. Anda dándole vueltas al tema de la culpa, un asunto que me apasiona y que tiene, otra vez, muchas reminiscencias y ecos literarios. También que guarda en su cajón un libro de relatos, referidos a sus casos, que son su materia hacia la luz que impera en la palabra. Espero que no se demore mucho.
AURELIO LOUREIRO
Entrevista / Carmen Durán: «El dolor forma parte de la vida»
Para empezar, me gustaría que despejásemos algunas dudas. La proliferación de los llamados libros de autoayuda suelen llevar a confusión. ¿A quién va dirigido este? Sé, por tus artículos en la revista, que diferencias los libros de autoayuda de los divulgativos. Los primeros no te gustan y los segundos no te molestan.
El ensayo divulgativo sí me interesa. Lo que no me gustan son las fórmulas mágicas para ayudarse a uno mismo que no sirven para nada. Este libro realmente tiene que ver con los pacientes de la consulta; con gente que tiene una determinada problemática y que puede verse reflejada en el libro. También va dirigido a algunos colegas, sobre todo los que están empezando. Lo único que he pretendido es ordenar esa información. Salvo en las terapias psicoanalíticas donde si hay una formación muy amplia detrás, aquí la parte teórica está muy poco desarrollada y, por lo tanto, la técnica es más difícil de poner en práctica. Esa parte teórica me ha resultado fundamental sobre todo cuando me he enfrentado a terapia de parejas.
¿No ha pensado en el lector no profesional?
Sí, y por eso quiero aclarar el asunto de la autoayuda. Sin duda una de las finalidades del libro es que sea útil al lector. Pero no es un libro de autoayuda porque no hay fórmulas de solución del problema, sino modos de profundizar algo más en su propio conocimiento y en el conocimiento de ese problema.
¿Le ha planteado algún problema la conjunción del enfoque profesional y el divulgativo?
Sí. De hecho mi editor de Kairós, Agustín Pániker, al leer el manuscrito me dijo que bajara el tono y así lo hice. En origen me había salido más académico. De manera que no es un libro de autoayuda, pero sí un libro divulgativo. Sé que hay capítulos duros para el lector, difíciles de entender, como el del dolor.
Pero hay frases tan certeras y contundentes, sobre todo en lo referente al dolor por la pérdida, que suplen cualquier complejidad. Es difícil que algo no se quede.
Siempre se tiene miedo de que sea demasiado obvio para los profesionales y demasiado técnico para los no profesionales, pero era en ese terreno en el que me quería mover.
El libro es una mezcla de experiencia personal y documentación avalada por la lectura y la investigación de muchos años. Además del esfuerzo por despojarlo de aridez erudita, muestras un profundo respeto por tus fuentes, los autores y textos que te han servido de referencia, algo que cada vez se lleva menos…
Es verdad que eso se ha perdido. Yo he llegado a leer frases literales sin especificar de dónde vienen y ni citar la referencia en la bibliografía. Puede ser sincronía, pero lo dudo…
Tú, en cambio, y aun a riesgo de caer en esa aridez de la que hablamos, vas intercalando en el texto todas esas referencias, incorporando esos autores a tu propio discurso.
Los que cito son los que me gustan. Por ejemplo, Rof Carballo me parece una joya. Me gustaría mucho que la gente tuviera interés en saber lo que dice Rof Carballo.
En “Amor y dolor en la pareja” has llevado a cabo el relato del crecimiento emocional del individuo desde la perspectiva actual, pero atendiendo al bagaje que venimos arrastrando desde hace siglos, comparándolo con otros animales, otras culturas, sin caer en la prolijidad ni perder el respeto por la palabra y la expresión justas.
Creo que el cuidado de la escritura, ya sea un texto literario, un ensayo científico o un artículo divulgativo, es una deferencia con el lector y no sólo en el sentido de que se pueda leer con mayor o menor dificultad.
¿Tiene que ver con esto tu dedicación a la literatura, tanto desde la perspectiva de lectora como de autora de algunas novelas?
La literatura ha sido mi salvavidas. Yo siempre me he refugiado en los libros. Mi padre contaba que empecé a leer con tres años, pero ahora que tengo nietos se me imagina imposible. Lo cierto es que, fuera a los tres o después, me pasaba el domingo leyendo, tebeos, cuentos. Y luego ya literatura, desde los diez. Era algo que me arrastraba. De hecho hay muchas citas literarias en el libro. Hay muchas emociones que se expresan mejor en una novela que en el lenguaje psicológico.
¿Vas a seguir escribiendo novela?
Tengo varios relatos cortos esbozados e inspirados en los asuntos de la consulta; ya se sabe que la vida muchas veces es el germen de la ficción, y me resulta más fácil partir de ellos y después dejar que la mente divague. Pero he estado ocupada en la escritura, primero de Eneagrama, luego con Amor y dolor en la pareja, y ahora con el tema de la culpa, un asunto que me apasiona. Hay grandes novelas sobre la culpa.
Quizá esa experiencia clínica personal y su natural imbricación en las lecturas que te han formado como persona pueden ayudar al lector más que una serie de “trucos” para resolver su problema que, además, no podrá poner en práctica.
No, no podrá ponerlos en práctica. Bueno, la verdad es que la mayoría de los libros de autoayuda no los escriben psicólogos. Los escriben entrenadores, periodistas… Ahora también están de moda los libros testimoniales, que a todos vienen muy bien, con lo cual a los psicólogos nos va quedando poco terreno. Con todo, en psicoterapia es tan difícil conseguir pequeños cambios que pensar que con un libro vas a conseguirlo es un poco ingenuo…
¿Cuáles son los mayores obstáculos que surgen en ese recorrido emocional desde el contacto del bebé con su madre hasta la vida en pareja?
Aunque nos terminamos de hacer fuera para adquirir los hábitos del entorno, hay algo que se estructura en la relación con la madre; esa forma de vincularse marcada por la confianza, por el cariño, por el sostén. Y si la madre ha sido capaz física y psicológicamente de sostener al bebé o no, porque pueden darse casos de depresión, trabajo, el nacimiento de un hermano con una lesión de lo que quiera que sea, que pueden representar una carencia en el crecimiento del niño. El apego a la madre, la urdimbre con el entorno, todo eso forma el tejido que se necesita para que se produzca un desarrollo humano completo.
¿Eso te acompaña toda la vida?
Sí.
Porque de lo que se trata es de ir hacia una relación saludable, que no tiene nada que ver con la búsqueda incesante de la felicidad…
En una época en que la búsqueda de la felicidad es una moda con mucha literatura al respecto, los humanos la planteamos en el sentido de encontrar una situación que no sea polar, en que todo sea placer y no exista el dolor. Desde esa óptica, la felicidad es imposible. Porque el dolor forma parte de la vida. Si nos planteamos eliminar esa polaridad y que sólo haya placer lo que encontramos en esa búsqueda es como una mentira que se retroalimenta. Todo pasa por aceptar nuestra condición humana, con los límites de la enfermedad, de la vejez, de las dificultades particulares de cada uno, y en el caso de la pareja aceptar al otro tal como es y no como quisiéramos que fuera. Es muy común en las terapias de pareja que la culpa de lo que sucede la tenga el otro. Si el otro cambiara se acabaría el problema. La clave es la aceptación de la vida, la aceptación del presente, tomar cada vez más conciencia de lo que nos pasa ahora, y lo que nos pasó entonces poder verlo como un condicionante de entonces y no un condicionante de ahora, no lo que inunda nuestra experiencia de ahora.
¿Es posible variar la evolución emocional del individuo?
Es posible, pero depende también de las condiciones personales del individuo. Hay una novela reciente Tenemos que hablar de Kevin, de Lionel Shriver, que trata de una madre con un hijo psicópata; son cartas que escribe al marido. La novela es fortísima, pero el planteamiento te lleva a cuestionarte qué parte hay genética y qué parte es educativa. No tengo duda de que hay una buena parte genética y con esa es muy poquito lo que se puede hacer. Pero hay una parte educativa que hace más fácil lo más difícil y esa sí podemos mejorarla.
¿Qué importancia tiene el crecimiento espiritual, en el sentido más amplio de la palabra, incluso en el religioso?
En el sentido religioso no lo utilizo, pero sí me parece importantísimo en el sentido espiritual, tan importante que yo creo que sin ello no hay evolución psicológica. Me quedo con la definición de crecimiento espiritual que hace Max Scheler: “La capacidad de conciencia es lo que nos diferencia de los demás animales”. En esa capacidad de conciencia es fundamental la meditación, mucho más que otras técnicas más modernas.
A. L.