Ortega en la encrucijada
La rebelión de las masas vendió, en el momento de su publicación, al comienzo de la década de los 30, 100.000 ejemplares en España y 300.000 en Alemania. Un dato que ilustra la proyección de José Ortega y Gasset y el clima de efervescencia política, intelectual y social en el que desarrolló su vida y su obra.
Los años 20 y 30 son los años de Ortega, pero también el punto de confluencia de varias generaciones de pensadores y escritores españoles: las del 98, la del 14 y la del 27. Los años 20 y 30 son los de la putrefacción del régimen de la Restauración, los años de la República, el auge de los totalitarismos, la propaganda, la prensa de partido y la búsqueda de la libertad política. Son, al final, los de la quiebra del parlamentarismo que, en cierto modo, Ortega supo anticipar. Y lo anticipó igual que diseccionó los problemas de España en Meditaciones del Quijote, donde un joven y ya maduro Ortega –hablamos de 1914– da cuenta de su filosofía, nunca sistemática pero sí muy clara y pegada a su tiempo; y, sobre todo, en La España invertebrada, de comienzos de la década siguiente: estos problemas son el separatismo y la ausencia de los mejores. Ambos guiarán prácticamente toda su obra.
Ortega es quizás el filósofo español más importante del siglo XX. Criado en brazos de periodistas, su familia es la fundadora de El Imparcial, periódico liberal, próximo al socialismo humanista de estirpe europea y postrevolucionario. En esas mismas páginas firmó sus primeros artículos. Criticaba la esclerosis del conservadurismo. No obstante su última columna denunció el mismo mal en el Partido Liberal. Ortega no conocía matrimonios políticos. Era un regenerador que creyó caduca la monarquía como después la República. Él no entendió el nuevo régimen pero sus políticos tampoco supieron comprender la oportunidad que estaban perdiendo.
Su independencia le trajo problemas en 1936. Salió de España, como tantos otros intelectuales que hubieran contribuido a construir un país mejor, en el primer verano de la Guerra. Primero hacia Alicante, luego hacia Marsella. Vive posteriormente en Buenos Aires y en 1943 en Lisboa. Regresó a España en 1945, pero nunca se instaló de forma definitiva. El franquismo interpretó que aunque había que leerle como liberal podía permitírsele la entrada como teórico de las élites. No perdió el contacto ni con Marías ni con Marañón. Con ambos trató de reedificar el liberalismo y el regeneracionismo en España.
Su vida no puede leerse separada de su obra. Y eso lo sabe muy bien el extraordinario ensayista y profesor que es Jordi Gracia, a quien ya conocemos por su biografía sobre Dionisio Ridruejo. Gracia es catedrático de Literatura e incrusta a la perfección a Ortega en el mundo cultural del momento; su obra en su vida y también en el tiempo.
La biografía de Gracia forma parte de la colección Españoles eminentes que ha lanzado en los dos últimos años la editorial Taurus. Ninguno de los trabajos desmerece el prestigio del que se está dotando la colección. Y todos los personajes seleccionados son, sin duda, españoles eminentes. De momento, del siglo XX contamos con las biografías de Unamuno y Ortega. Sin duda dos de los grandes nombres de uno de los siglos que perdió España.
José Ortega y Gasset se lee como un relato de la vida de Ortega, pero sobre todo ha de entenderse como pinceladas de filosofía en un contexto marcado por el crisol de las ideas. Gustará a quien se interese por la Historia de la prensa y a quien quiera hacer un ejercicio de presentismo y deleitarse con la tarea regeneradora de los intelectuales del momento. Todavía entonces, muchos de ellos estaban libres de contaminción de ideas totalitarias y muy lejos de ser intelectuales orgánicos. Jordi Gracia ha escrito, en definitiva, un libro sobre el pensamiento libre.
CLAUDIA MARTÍN