La mejor manera de no morir joven
Hace unos días entrevisté para LEER a la exministra de cultura, Carmen Alborch, con motivo de la publicación de su nuevo libro, Los placeres de la edad (Espasa). Antes de entrar en materia me explicó que hacía varios años que le rondaba por la cabeza y que en el tiempo transcurrido desde que surgió la idea hasta poder escribir sobre ella había variado incluso el concepto de vejez. De hecho, ya se habla de cuarta edad como un nuevo espacio de gestión de esa presunta ancianidad; lo cual le ha obligado a incluir en el libro, que en principio estaba destinado a una edad muy cercana a la de la autora, personajes mucho mayores, cuyo testimonio y lucidez, por otra parte, le han servido de gran ayuda, tanto en la estructura del libro como en sus conclusiones.
Esa es, precisamente, la principal consecuencia de la “revolución de la longevidad” de la que habla Alborch, que se produjo a finales del siglo pasado, y que, unida al alarmante descenso de la natalidad, traslada el asunto a ámbitos que, aunque lo rozan, exceden el objetivo de este libro.
No es la primera vez que Carmen Alborch parte de su propia experiencia para afrontar temas de gran calado social y que, por azares de la edición, pueden ayudar a otras mujeres que pasan por su misma situación. Esto no es baladí por cuanto a Carmen Alborch no sólo no le asusta el término autoayuda, tan aireado en la actualidad editorial (por más que admita también que no ha leído libros de ese corte), sino que le satisface que alguien le diga que su libro le ha ayudado a aliviar sus problemas.
Solas, Malas y Libres así lo atestiguan, además de conformar una suerte de biografía cronológica de etapas esenciales en la vida de su autora. Los placeres de la edad viene a confirmarlo. Como el propio título indica y el lector intuye: la búsqueda del bienestar partiendo del placer. Aunque, ojo, no del placer en el sentido exclusivamente hedonista, sino de reto y esfuerzo; lo que no oculta un punto de divertimento.
“Envejecer es la mejor forma de no morir joven”; la frase de Woody Allen inserta en el prólogo refuerza el punto de partida del humor o, mejor quizá, el desenfado como premisa necesaria para abordar asuntos delicados según de qué personas estemos tratando. En la diferencia está el gusto y también, por qué no, el misterio. La jubilación, por ejemplo, fase crucial del envejecimiento, retirada del mundo laboral, no se la toma todo el mundo igual; para unos es una liberación, para otros un estigma. Depende mucho de los proyectos y compromisos que se tengan o se pretendan en ese momento; también de la educación y de la actividad anterior, pero sobre todo de la actitud personal y de su consenso con la sociedad que te rodea.
Hay más ejemplos, sin duda, y toda una serie de claves que ofrecen respuestas a las preguntas que se plantean y que aligeran el esfuerzo de adaptarse siendo felices, pero voy a dejar que sea el libro quien se explique y alcance a cada uno donde deba. No es un libro de autoayuda pero ayuda, como me dijo la propia Carmen, y está bien documentado y escrito con solvencia. Léanlo, aunque quede mucho para llegar a la vejez, cada vez más.
AURELIO LOUREIRO