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Galdós, el novelista de la mujer

Es, según María Zambrano, «el primer escritor español que introduce a todo riesgo las mujeres en su mundo». Con sus inolvidables personajes femeninos, Benito Pérez Galdós denunció algunos de los males de la sociedad de su época.

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En este 2020, cuando se cum­plen 100 años de la muerte de Benito Pérez Gal­dós, la indis­cu­ti­ble figura del más impor­tante nove­lista espa­ñol moderno cobra nue­vas dimen­sio­nes a la luz de las inquie­tu­des actua­les. Es bien cono­cida la cali­dad de su prosa, el inte­rés his­tó­rico de sus Epi­so­dios Nacio­na­les, la pene­tra­ción social y psi­co­ló­gica de sus nove­las con­tem­po­rá­neas. Y tam­bién la impor­tan­cia de sus per­so­na­jes feme­ni­nos, que le con­vier­ten, a ojos de algu­nos crí­ti­cos, en un ver­da­dero pre­cur­sor del femi­nismo. Así lo cree el his­to­ria­dor Fran­cisco Cáno­vas, autor de la más reciente bio­gra­fía de Gal­dós. «Él defen­día que la rege­ne­ra­ción de la socie­dad espa­ñola pasaba por que la mujer se empo­de­rase y ocu­pase el lugar que le corres­pon­día en la vida pública», explica.

Gal­dós fue ante todo un escri­tor com­pro­me­tido con España y empe­ñado en seña­lar los pro­ble­mas que impe­dían que la socie­dad pros­pe­rase. Y sus per­so­na­jes feme­ni­nos –son muje­res las pro­ta­go­nis­tas de sus gran­des nove­las: For­tu­nata, Maria­nela, Isi­dora, Benina, Tris­tana…– le per­mi­ten desde el prin­ci­pio sub­ra­yar algu­nos de los males de la anqui­lo­sada socie­dad de la época, víc­tima de una pode­rosa oli­gar­quía y un rígido cle­ri­ca­lismo. Un estado de cosas en el que la mujer, atada de pies y manos, era la que siem­pre tenía las de perder. 

«¡Ay!, don Agus­tín, dichoso el que es dueño de sí mismo, como usted», lamenta en Tor­mento (1884) Amparo Sán­chez ante el hom­bre al que aspira, el indiano Agus­tín Caba­llero. «¡En qué con­di­ción tan triste esta­mos las pobres muje­res que no tene­mos padres, ni medios de ganar la vida, ni fami­lia que nos ampare, ni segu­ri­dad de cosa alguna como no sea de que al fin, al fin, habrá un hoyo para ente­rrar­nos». Víc­tima del chan­taje de un clé­rigo rene­gado, que la ame­naza con reve­lar su pasado, y redi­mida por un hom­bre de for­tuna hecho a sí mismo en Amé­rica, Amparo es para el estu­dioso gal­do­sista Joa­quín Casal­duero una per­fecta ale­go­ría de la España de la época. Ya en Glo­ria (1877), Gal­dós había expuesto las des­gra­cias que la intran­si­gente socie­dad espa­ñola podía depa­rarle a una joven de una buena fami­lia de pro­vin­cias enamo­rada de un hom­bre extran­jero y judío, lo que le gran­jeó al escri­tor cana­rio la cen­sura de los sec­to­res tra­di­cio­na­lis­tas, incluida la de su amigo José María de Pereda. En esa misma época, su novela Doña Per­fecta (1876) había reso­nado como un ver­da­dero alda­bo­nazo con­tra el asfi­xiante código moral que obs­ta­cu­li­zaba la liber­tad espa­ñola y, en espe­cial, la de las muje­res. Una labor de denun­cia de la supers­ti­ción y el fana­tismo que cul­mi­nará con el estreno de Elec­tra en 1901, cuya reper­cu­sión cru­zará las fron­te­ras españolas. 

En Tris­tana (1892), ins­pi­rada por uno de los amo­res de la vida de Gal­dós, la aspi­rante a actriz Con­cep­ción Morell, y que para otra com­pa­ñera y amiga de don Benito como Emi­lia Pardo Bazán trata de «la escla­vi­tud moral de la mujer en el siglo XIX», la criada Saturna res­ponde así a su sobrina cuando Tris­tana le dice que quiere ser «libre»:

«¿Sabe la seño­rita cómo lla­man a las que sacan los pies del plato? Pues las lla­man, por buen nom­bre, libres (…). Si tuvié­ra­mos ofi­cios y carre­ras las muje­res, como los tie­nen esos ber­gan­tes de hom­bres, anda con Dios. Pero fíjese, sólo tres carre­ras pue­den seguir las que vis­ten fal­das: a casarse que carrera es, o el tea­tro…, vamos, ser cómica, que es buen modo de vivir, o… no quiero nom­brar lo otro. Figúreselo». 

En su exce­lente ensayo La España de Gal­dós (1960), María Zam­brano refle­xiona sobre la pre­sen­cia feme­nina en la obra del escri­tor cana­rio. Para la filó­sofa mala­gueña, hasta la fecha, la mujer había apa­re­cido en la lite­ra­tura espa­ñola de manera arque­tí­pica, sin indi­vi­dua­li­dad; cuando un per­so­naje feme­nino «alcanza esta­tura heroica es casi siem­pre reina o madre, o ambas cosas jun­tas». Según Zam­brano, Gal­dós «es el pri­mer escri­tor espa­ñol que intro­duce a todo riesgo las muje­res en su mundo. Las muje­res, múl­ti­ples y diver­sas; las muje­res reales y dis­tin­tas, «onto­ló­gi­ca­mente» igua­les al varón. Y ésta es la nove­dad, ésa la des­lum­brante con­quista. Exis­ten como el hom­bre, tie­nen el mismo género de reali­dad, es lo deci­sivo y lo pri­mero que se da a ver». Y sobre todas las muje­res gal­do­sia­nas, Benigna, luz y eje de su novela Mise­ri­cor­dia (1897), la gran heroína entre las «des­he­re­da­das» de Gal­dós, carac­te­ri­za­das todas ellas por un rasgo en común: «una resis­ten­cia sin límite frente a la adversidad». 

La escri­tora Marta Sanz, comi­sa­ria, junto con Ger­mán Gullón, de la gran expo­si­ción del cen­te­na­rio de Gal­dós orga­ni­zada por la Biblio­teca Nacio­nal de España, con­firma esta cua­li­dad de las muje­res gal­do­sia­nas. «Se me vie­nen a la cabeza las tres her­ma­nas de una obra intere­san­tí­sima como Lo prohi­bido (1884–1885)», pre­sen­ta­das en la novela desde la pers­pec­tiva de su primo, el narra­dor de la his­to­ria. La cere­bral –y algo sabihonda– María Juana; Eloísa, «una mujer que quiere hacer nego­cios y es con­de­nada por ello», visi­bi­li­zando una insó­lita voca­ción feme­nina por el capi­ta­lismo emer­gente; y Camila, «que cum­ple sus obje­ti­vos a tra­vés de la mater­ni­dad». Para Sanz, el aspecto más rese­ña­ble del enfo­que de Gal­dós sobre la mujer fue «su inte­rés por visi­bi­li­zar figu­ras feme­ni­nas com­ple­jas per­te­ne­cien­tes a diver­sas cla­ses socia­les que, por el mundo en el que viven, están en franca des­ven­taja. Gal­dós ilu­mina a For­tu­nata, la mujer des­fa­vo­re­cida con­de­nada a vivir en el filo por los cáno­nes de la socie­dad, pero tam­bién a la aco­mo­dada Jacinta. Al des­cri­bir el ansia de figu­rar de la Rosa­lía de La de Brin­gas (1884) está dibu­jando un modelo feme­nino que de alguna manera resulta tam­bién dam­ni­fi­cado por los cáno­nes de la sociedad».

Si los vicios y deseos del hom­bre ilus­tran los males de la socie­dad y la patria, las muje­res pare­cen lla­ma­das a la reden­ción de ambas. Mujer es la ale­gó­rica Madre que apa­rece con fre­cuen­cia en la obra de madu­rez de Gal­dós encar­nando a Mari­clío, su per­so­nal ver­sión de Clío, la musa de la His­to­ria, y que trata de guiar a los per­so­na­jes des­con­cer­ta­dos ante el atra­bi­lia­rio rumbo de la his­to­ria espa­ñola. Y mujer es tam­bién Flo­riana, la maes­tra ideal de La Pri­mera Repú­blica (1911), cuarto de la última serie de los Epi­so­dios Nacio­na­les. Tito Liviano, alter ego de Gal­dós, visita la ima­gi­na­ria escuela de Flo­riana acom­pa­ñado de un mito­ló­gico «divino for­ja­dor» que, infla­mado del idea­lismo ins­pi­ra­dor de la Revo­lu­ción Glo­riosa, pro­clama un futuro de esplen­dor gra­cias a su unión con ella: «Las divi­ni­da­des que gobier­nan el mundo han dis­puesto que el Fuego plas­ma­dor se una en coyunda estre­cha con la Femi­ni­dad gra­ciosa y fecunda, para engen­drar la feli­ci­dad de los pue­blos futu­ros. Antes que acabe esta gene­ra­ción se ha de ver en pos de Flo­riana un enjam­bre de mil niñas, que al lle­gar a la edad juve­nil encar­na­rán la belleza, la ter­nura, la gra­cia y suti­leza edu­ca­tiva que has admi­rado en la excelsa regi­dora de esa humilde escuela. Cada una de esas mil cria­tu­ras, hijas de Flo­riana, dará al mundo otras mil. Ya pue­des com­pren­der que con un millón de maes­tras como esta que has visto, tu patria y las patrias adya­cen­tes serán rege­ne­ra­das, enno­ble­ci­das y espi­ri­tua­li­za­das hasta con­su­mar la per­fecta revo­lu­ción social». 

El futuro será feme­nino o no será, parece decir Gal­dós. Cien años des­pués de su muerte parece que la socie­dad, por fin, lo ha comprendido.

 

San­tan­der, líder mun­dial en igual­dad de género

Muchas cosas han cam­biado desde que Gal­dós carac­te­ri­zara a sus per­so­na­jes feme­ni­nos. Las muje­res ya acce­den en pie de igual­dad a los «ofi­cios y carre­ras» que hace siglo y medio les esta­ban veda­dos. Pero aún queda camino por reco­rrer, y, por eso, la plena igual­dad entre hom­bres y muje­res es una de las prio­ri­da­des de la cul­tura cor­po­ra­tiva de Banco San­tan­der. Entre los diez obje­ti­vos de banca res­pon­sa­ble que San­tan­der se ha fijado para 2025, tres de ellos tie­nen que ver con la igual­dad de género: alcan­zar la equi­dad sala­rial, con­tar con al menos un 30 por ciento de muje­res en car­gos direc­ti­vos y, ya para 2021, garan­ti­zar la pre­sen­cia en su Con­sejo de entre un 40 –obje­tivo ya alcan­zado– y un 60 por ciento de muje­res. Pero, aun­que en el caso del San­tan­der los núme­ros ayu­den –el 55 por ciento de la plan­ti­lla está ya inte­grada por muje­res–, no se trata solo de cuo­tas, sino de pro­pi­ciar un ver­da­dero cam­bio de men­ta­li­dad. Por eso, Banco San­tan­der ha puesto en mar­cha nume­ro­sos pro­gra­mas de equi­dad en todos los mer­ca­dos donde opera. En España, el pro­yecto Gene­ra­ción 81, bau­ti­zado así en con­me­mo­ra­ción del año en que se reco­no­ció la plena igual­dad entre hom­bres y muje­res en la ges­tión de las finan­zas, apuesta por la rup­tura de este­reo­ti­pos, visi­bi­li­zando mode­los de refe­ren­cia feme­ni­nos y fomen­tando la for­ma­ción y el empren­di­miento entre las muje­res. Den­tro de este pro­yecto, el pro­grama Muje­res con S trata de pro­mo­ver el lide­razgo feme­nino en el ámbito empre­sa­rial, ofre­ciendo herra­mien­tas y ase­so­ra­miento per­so­nal y pro­fe­sio­nal. Estos y otros pro­yec­tos, como los pro­gra­mas de micro­cré­di­tos e inclu­sión finan­ciera Pros­pera en Bra­sil y Tuiio en México, o las pla­ta­for­mas de for­ma­ción y lide­razgo Ins­pira (Argen­tina), Acce­le­ra­ting You (Reino Unido) y Female Side of Busi­ness (Polo­nia), han hecho que Banco San­tan­der, única enti­dad finan­ciera espa­ñola pre­si­dida por una mujer, enca­bece en 2020 el Índice Bloom­berg de Igual­dad de Género, para cuya ela­bo­ra­ción se eva­lua­ron a 6.000 empre­sas de 84 paí­ses (final­mente se inclu­ye­ron en él 322 empresas). 

Un con­te­nido ela­bo­rado por Revista Leer en cola­bo­ra­ción con Banco Santander.

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