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Edición impresaEl mundo del libro

Viaje a las catacumbas de la literatura amateur

Plataformas como Wattpad articulan el afán narrativo de millones de autores anónimos. Sea con creaciones originales o piezas de ‘fan fiction’, el fenómeno ayuda a descifrar los resortes del afán narrativo, las nuevas formas de contar y las relaciones entre autores y lectores de hoy. Por ANXO F. COUCEIRO

wattpad

Ni siquiera el escri­tor más alér­gico a los tópi­cos evita sucum­bir de vez en cuando a ese lugar común que iden­ti­fica la lite­ra­tura como un espa­cio de liber­tad. A dife­ren­cia de otras dis­ci­pli­nas artís­ti­cas, como el cine, donde cada deci­sión expre­siva ha de atra­ve­sar un enma­ra­ñado pro­ceso de nego­cia­cio­nes, quien escribe ostenta siem­pre el cetro divino que diseña espa­cio, tiempo, acción, per­so­na­jes y reco­rrido emo­cio­nal a sus historias.

En prin­ci­pio no existe demo­cra­cia alguna en los libros, más allá de la que pue­dan apli­car capri­cho­sa­mente los lec­to­res en ese epí­logo post-coital de la lec­tura ansiosa (así Conan Doyle resu­ci­tando a Hol­mes, o J. K. Rowling adap­tando la bio­gra­fía de sus per­so­na­jes al ter­mó­me­tro social del momento). Ese statu quo lo ha venido a inver­tir el mismo actor eté­reo, ten­ta­cu­lar y voraz que lo ha cam­biado todo en los últi­mos veinte años: Internet.

El mano­seado sin­tagma que engloba en dos temi­bles pala­bras («opi­nión pública») todo lo bueno y malo de lo que es capaz el ser humano cuando se orga­niza y actúa vive una era de per­pe­tuas trans­for­ma­cio­nes en la bati­dora digi­tal. Por eso las redes socia­les son hoy una asam­blea mutante donde se des­pa­chan asun­tos de jus­ti­cia con rigor ate­niense, pero tam­bién las más abyec­tas vile­zas con furor romano. Todo ello envuelto en una está­tica rui­dosa de dis­fru­ta­bi­lí­si­mas cho­rra­das, fri­vo­li­dad adic­tiva y, a menudo, detri­tus esté­tico y moral. Seme­jante campo mag­né­tico afecta tam­bién al diá­logo cul­tu­ral que los con­su­mi­do­res man­tie­nen con las obras de arte que nutren su inte­rés, hasta el punto de recla­marse ellos mis­mos como posi­bles auto­res; inter­ven­to­res alter­na­ti­vos en la miasma de sus fic­cio­nes favoritas.

Cada obra es un río en el que resulta impo­si­ble bañarse dos veces, como impo­si­ble es que exis­tan dos lec­to­res o dos espec­ta­do­res igua­les. Incluso las his­to­rias más canó­ni­cas en su plano narra­tivo, apa­ren­te­mente inex­pug­na­bles ante dis­qui­si­cio­nes chi­fla­das, aca­ban desa­rro­llando evan­ge­lios elec­ti­vos en el per­ga­mino online de los foros cons­trui­dos por fans. Cual­quier fór­mula de tres actos, cual­quier fic­cion­ci­lla modesta que cum­ple todos los pun­tos cum­pli­bles y acaba a las 11 en casa con un clí­max abu­rrido donde el ase­sino es el mayor­domo y los enamo­ra­dos se casan, es sus­cep­ti­ble de arbo­rarse en cien mil dilu­ci­da­cio­nes per­tur­ba­das en manos de los fans más inquie­tos. Por­que a lo mejor no eran esos dos los que debe­rían enamo­rarse y a lo mejor el héroe debe­ría haberse sacri­fi­cado de otra forma, diga Vla­di­mir Propp lo que diga.

Si Twit­ter es el ágora rabiosa donde dis­cu­tir los nue­vos pro­to­co­los de la diver­si­dad, cues­tio­nar el pasado de un minis­tro o cari­ca­tu­ri­zar la actua­li­dad sobre el molde de unos memes recién hor­nea­dos, la lite­ra­tura ama­teur encuen­tra sus pro­pios cana­les de expre­sión en pla­ta­for­mas como Watt­pad o Archi­veo­fOu­rOwn. En estas webs es posi­ble encon­trar his­to­rias com­ple­ta­mente ori­gi­na­les escri­tas por auto­res no pro­fe­sio­na­les, así como varia­cio­nes y muta­cio­nes diver­sas que par­ten de nove­las (o pelí­cu­las, o series) muy popu­la­res, pro­po­niendo así secue­las y adaptaciones.

Esto último es lo que se conoce como fan fic­tion, un fenó­meno que bebe de la frus­tra­ción de lec­to­res a los que el marco ofi­cial de un libro se les queda corto. Tal vez Harry Pot­ter no debe­ría haberse liado con ese per­so­naje tan soso, sino con este otro; o puede que en el fondo Heath­cliff fuera bise­xual. Hay nove­las ente­ras escri­tas desde la pasión en Inter­net, y a veces tam­bién desde el ren­cor. No son pocos los fans que se vuel­ven con­tra las sagas de su niñez cuando, en las entre­gas más recien­tes, que les pillan ya tallu­di­tos, detec­tan una trai­ción a las esen­cias. No en vano, toda la fan fic­tion podría enten­derse como una pro­lon­ga­ción de la infan­cia. ¿Cuán­tos dibu­jos prees­co­la­res ima­gi­nan aven­tu­ras alter­na­ti­vas para Indiana Jones, o cros­so­vers impo­si­bles entre per­so­na­jes de dis­tin­tas fran­qui­cias? En la habi­ta­ción de un niño, los héroes de la Mar­vel y de DC pue­den for­mar parte del mismo equipo de muñe­cos arti­cu­la­dos, ya que éstos no dejan de ser sino ava­ta­res de la ima­gi­na­ción. En Watt­pad y demás redes socia­les lite­ra­rias, el juego continúa.

Allí los auto­res cuel­gan sus obras e inter­cam­bian likes con otros nume­ra­rios del fan­dom al que se diri­gen. Esta diná­mica es una de las cosas que más desen­can­tan a Laura Díez, usua­ria de Archi­veO­fOu­rOwn y Fan​Fic​tion​.net. Tiene 35 años y me con­tacta tras anun­ciar en mi per­fil de Twit­ter que estaba escri­biendo un repor­taje sobre el tema. Le pre­gunto si, como lec­tora, pone por encima la pasión de los auto­res antes que el estilo lite­ra­rio. «Hay tex­tos de muchí­si­mos likes con erro­res de escri­tura bási­cos, como repe­tir la misma pala­bra cada dos por tres», se lamenta. «Las metá­fo­ras tam­bién sue­len ser extre­ma­da­mente sim­ples. Por eso me resulta tan com­pli­cado encon­trar fan­fics que me gus­ten, por­que los likes que reci­ben no sue­len estar rela­cio­na­dos con la cali­dad literaria».

Los ‘fan­fics’ que se encuen­tran en Inter­net, teclea­dos por furio­sos nova­tos, par­ti­ci­pan del pro­ceso dia­léc­tico que cimienta la crea­ción como fenó­meno universal

Raúl tiene 32 años. Es pro­fe­sor de lite­ra­tura en un ins­ti­tuto de secun­da­ria y lec­tor ávido de estas crea­cio­nes afi­cio­na­das. Com­parte la opi­nión de Laura, si bien aporta un matiz. «Uno no va a la lite­ra­tura ama­teur bus­cando cali­dad de página, del mismo modo que en pelí­cu­las case­ras de metraje encon­trado no per­si­gues una com­po­si­ción de plano per­fecta. Lo con­mo­ve­dor es ver una flo­re­ci­lla bro­tar entre la basura, que la hay, y mucha».

Parece que la lite­ra­tura ama­teur, estan­da­ri­zada como una red social por sí misma, e hibri­dada en múl­ti­ples for­mas de fic­ción deri­va­tiva, es útil no sólo como entre­te­ni­miento, sino como herra­mienta para des­en­crip­tar las nue­vas rela­cio­nes que se dan entre público y auto­res. Existe una cierta tira­nía de las masas cuando se tocan sus fran­qui­cias favo­ri­tas, hasta tal punto que la ten­den­cia rebasa el campo de la lite­ra­tura y llega a otras dis­ci­pli­nas. Cibrán Ten­reiro, doc­tor en Comu­ni­ca­ción e Infor­ma­ción Con­tem­po­rá­nea por la Uni­ver­si­dad de San­tiago de Com­pos­tela, cen­tra su tra­bajo en el estu­dio de las diná­mi­cas que se crean entre el fan­dom y la cul­tura popu­lar, par­ti­cu­lar­mente la música. «Cuando la indus­tria crea sus pro­duc­tos prevé un marco de inter­pre­ta­ción» dice. «Las comu­ni­da­des de fans repre­sen­tan un publico ideal para la indus­tria cul­tu­ral por­que son con­su­mi­do­res muy fie­les y dis­pues­tos a inver­tir mucho tiempo y dinero. Lo que sucede es que su recep­ción es auto­rre­fle­xiva. Es decir, está basada en su pro­pia vida y sus pro­pias expe­rien­cias. Por tanto, al haber una impli­ca­ción emo­cio­nal más intensa rees­cri­ben la manera en la que esos per­so­na­jes están configurados».

Las plataformas de ‘fanfic’ han propiciado identidades culturales de nuevo cuño como ‘Drarry’, la ‘diócesis’ de los creyentes en el amor entre Harry Potter y su enemigo natural, Draco Mallfoy. / ‘Fan art’ de noodlerface.deviantart.com
Las pla­ta­for­mas de ‘fan­fic’ han pro­pi­ciado iden­ti­da­des cul­tu­ra­les de nuevo cuño como ‘Dra­rry’, la ‘dió­ce­sis’ de los cre­yen­tes en el amor entre Harry Pot­ter y su enemigo natu­ral, Draco Mall­foy. / ‘Fan art’ de nood​ler​face​.devian​tart​.com

Durante la ela­bo­ra­ción de su tesis, Ten­reiro ha lle­gado a encon­trar rela­tos de fic­ción en pla­ta­for­mas como las antes men­cio­na­das donde los fans de One Direc­tion alte­ran la vida sen­ti­men­tal y sexual de sus com­po­nen­tes (los Larry Ship­pers, que defien­den la unión entre Harry Sty­les y Louis Tom­lin­son), siguiendo la estela de los fun­da­do­res de iden­ti­da­des cul­tu­ra­les de nuevo cuño como Dra­rry, la dió­ce­sis de los cre­yen­tes en el amor entre Harry Pot­ter y su enemigo natu­ral, Draco Mall­foy. Según Ten­reiro, no debe­ría­mos minus­va­lo­rar el poder evo­ca­dor de este tipo de expe­ri­men­tos. «Tiene que ver con los lími­tes de la indus­tria cul­tu­ral. Adorno hablaba de la cul­tura de masas como algo que rebaja y ali­nea al público, pero en reali­dad la indus­tria cul­tu­ral no es capaz de ejer­cer un con­trol abso­luto. Por eso en la rese­xua­li­za­ción o la reca­li­fi­ca­ción de la iden­ti­dad de género de algu­nos per­so­na­jes popu­la­res puede haber un com­po­nente tal vez no sub­ver­sivo, pero sí enri­que­ce­dor, como mínimo, con res­pecto a las limi­ta­cio­nes de los rela­tos más institucionales».

Todo ello nos lleva a ampliar el obje­tivo. ¿Hasta qué punto muchos artis­tas con­sa­gra­dos no empe­za­ron esta­ble­ciendo un diá­logo directo con las obras de sus refe­ren­tes? ¿Son las Meni­nas de Picasso fan fic­tion, por ejem­plo? En His­to­ria de la lite­ra­tura como una pro­vo­ca­ción a la cien­cia lite­ra­ria, Hans Robert Jauss expone que todo escri­tor es, antes de nada, lec­tor. Y Harold Bloom, recuerda Ten­reiro en su tesis, habla de la rela­ción entre poe­tas fuer­tes como una nece­si­dad de algu­nos auto­res de des­vin­cu­larse de sus pre­de­ce­so­res; intento que parte de un revi­sio­nismo no dema­siado lejano al que habita en Watt­pad, al menos si aten­de­mos al hilo conec­tor de ambos impul­sos: una mala lec­tura necesaria.

De ahí que los fan­fics que se encuen­tran en Inter­net, teclea­dos por furio­sos nova­tos, par­ti­ci­pen tam­bién del pro­ceso dia­léc­tico que cimienta la crea­ción como fenó­meno uni­ver­sal. De esa espe­leo­lo­gía de inten­si­da­des puede sur­gir algo esti­mu­lante, más allá de lo pin­to­res­cos que pue­dan pare­cer la dis­per­sión de por­no­gra­fía leprosa o el wish­ful reading ado­les­cente. Al fin y al cabo, ¿qué es la lite­ra­tura, sino un espa­cio de libertad?

Revista LEER, número 290, Verano 2018

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