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Edición impresaUn libro al día

México imposible

ES MENESTER vol­ver a con­tar la muerte de Ber­nardo Reyes…” El cora­zón del libro, su cen­tro de gra­ve­dad, nadie se engañe, está en sus pági­nas 148–151. Cuando, al calor de su pasión por la obra lite­ra­ria de Alfonso Reyes, Aga­pito Maes­tre se detiene, con som­bría solem­ni­dad, ante la cesura que el año 1913 impuso a México. Y de la cual México no se ha recu­pe­rado aún. Y de la cual puede que México no se recu­pere nunca. Cito esa página grave de un libro, Dia­rio de México, que es pre­ciso leer para abrirse a esa tra­ge­dia oscura –y, en todo caso, tan mal enten­dida desde España– que es el México náu­frago de nues­tros días:

1913 es un año inol­vi­da­ble para la his­to­ria mexi­cana. A pri­me­ras horas de la mañana del 9 de febrero de 1913, el Gene­ral Ber­nardo Reyes fue libe­rado de la pri­sión de San­tiago Tla­te­lolco para ponerse al frente de una aso­nada con­tra el gobierno de Fran­cisco I. Madero. Fra­casó. Murió ame­tra­llado a las puer­tas del Pala­cio Nacio­nal en pleno zócalo capi­ta­lino. Fue el inicio de los que se conoce por la Decena Trá­gica. San­gre y muerte por todas par­tes. Fue el pri­mer acto de la revo­lu­ción más san­grienta que ha dado la his­to­ria: la Revo­lu­ción Mexicana”.

Decena, a la que sigue siglo. De esa san­gre viene el México del siglo XX. Hasta nues­tros días.

Con­versé con Aga­pito Maes­tre este verano, a la vuelta de su año y pico de dejarse la vida en un áspero bre­gar por la cul­tura espa­ñola en la Ciu­dad de México. No conozco en España a nin­gún ana­lista tan serio de la reali­dad mexi­cana como él. Menos aún a un escri­tor que ame ese país de un modo tan sin­cero entre noso­tros, ni que conozca tan bien a sus escri­to­res. Yo no lograba enten­der esa tra­ge­dia mexi­cana, cuyo apo­geo parece haber alcan­zado borra­che­ras de mons­truo­si­dad ine­na­rra­bles en los tiem­pos más recien­tes: de la vieja corrup­ción del PRI y del cri­men orga­ni­zado en torno a ella, a esta car­ni­ce­ría sin apa­rente lógica que acu­mula ahora cadá­ve­res sobre cadá­ve­res, desa­pa­ri­cio­nes sobre desa­pa­ri­cio­nes. “Échale una ojeada a esto”, me res­pon­dió ten­dién­dome su recién publi­cado libro. “Es un pri­mer abor­daje. Ahora, des­pués de mi retorno, nece­sito más tiempo y más sosiego para hacer un balance defi­ni­tivo. Pero aquí están mis mate­ria­les primeros”.

Y eso es el Dia­rio de México: un cua­derno de esbo­zos, por el cual va pasando lo lumi­noso y lo oscuro. Por igual, des­me­di­da­mente inten­sos. Por igual cega­do­res para una mirada occi­den­tal que puede que­darse presa de la ten­ta­ción exó­tica pro­pia a los fal­sos via­je­ros, a los turis­tas más o menos car­ga­dos de fan­ta­sio­sas inven­cio­nes acerca de un paraíso idí­lico que nunca exis­tió más que en sus cabe­zas. No hay exo­tismo en el libro de Maes­tre. Ni idea­li­za­ción alguna de lo visto. Menos aún bús­queda de mito­ló­gi­cos ede­nes pri­mi­ti­vos. Hay el bis­turí impla­ca­ble del filó­sofo. Al cual no está per­mi­tido refu­giarse en con­sue­los sen­ti­men­ta­les. Aun­que ese filó­sofo –es el caso– esté tan quin­tae­sen­cia­da­mente enamo­rado del objeto acerca del cual escribe: México.

La para­doja mexi­cana, por la cual el lec­tor va a sen­tirse atra­ve­sado en cada página de este Dia­rio, es hija de una revo­lu­ción que fija cáno­nes de inme­diato repe­ti­dos en todo cuanto el siglo veinte ha lla­mado revo­lu­cio­nes. En Amé­rica, sí. Pero igual­mente en Europa. Con la bru­tal des­me­sura de haberse ins­ta­lado en el cata­clismo, de nunca haber sabido o que­rido salir de él, de haber hecho de la legen­da­ria borra­chera de san­gre que fue la revo­lu­ción sis­tema ins­ti­tu­cio­nal. De no haber salido nunca de la san­gre. Ni del caos. Y en la san­gre y el caos pro­li­fe­ran, sobre todo, saqueo y ruina. Cul­tu­ral como económica.

Es con­mo­ve­dor ver aquí a un inte­lec­tual espa­ñol tra­tar en vano de dar razón de eso a los que lo rodean. A esa joven con sus tres edi­cio­nes del Popol Vuh en la libre­ría del FCE mexi­cano, que sirve a Maes­tre para anu­dar una esen­cial refle­xión sobre la deuda que la sal­va­ción de los tex­tos indí­ge­nas guarda con la len­gua y alfa­beto de los con­quis­ta­do­res. “Las fal­sas tra­duc­cio­nes y las peo­res inter­pre­ta­cio­nes del Pol­pol Vuh” –refle­xiona el filó­sofo espa­ñol ante su pro­ba­ble­mente escan­da­li­zada inter­lo­cu­tora– “han lle­vado a decir bar­ba­ri­da­des sobre la labor civi­li­za­dora de España en Amé­rica. Las mani­pu­la­cio­nes de este texto no han tenido otro obje­tivo que des­pre­ciar la acul­tu­ra­ción his­pá­nica de los indí­ge­nas. Pero, por for­tuna, la ver­dad se impone: el Popol Vuh, como los Libros de Chi­lam Balam, son impo­si­bles de enten­der sin la inter­ven­ción de la escri­tura euro­pea y sin la alfa­be­ti­za­ción de los indios por frai­les los espa­ño­les; no obs­tante, los comer­cian­tes de his­to­ria, indi­ge­nis­tas de car­tón pie­dra y nacio­na­lis­tas de paco­ti­lla, o sea, agi­ta­do­res de leyenda negra con­tra España, cons­tru­yen sus inmun­di­cias ‘his­to­rio­grá­fi­cas’ acerca de la ‘visión de los ven­ci­dos’ sobre la gran cul­tura his­pá­nica, y cul­tura his­pá­nica es, por mucho que gri­ten y ges­ti­cu­len, el Popol Vuh en el des­cu­bri­miento y acul­tu­ra­ción de Amé­rica por los espa­ño­les. Sin la con­tri­bu­ción del lin­güista asti­gi­tano, el Popol Vuh no sería”. Sin la escri­tura, que de la mano de los con­quis­ta­do­res abre Amé­rica al mundo moderno, no exis­ti­ría México.

Esto y otras muchas cosas hallará aquí el lec­tor. Trá­gi­cas muchas, rego­ci­jan­tes otras: la tra­ge­dia y el humor son en México, con exce­siva fre­cuen­cia, lo mismo. El relato de la falsa tumba que un capi­toste enamo­rado alza a Isa­dora Dun­can en el Pan­teón de San Fer­nando cons­ti­tuye, por sí solo, uno de los momen­tos más asom­bro­sos que a un lec­tor puede rega­lar un libro.

México, seduc­tor y terri­ble. Nadie como Aga­pito Maes­tre para dar razón de ello.

GABRIEL ALBIAC

DIARIO.Cubierta BLOGDIARIO DE MÉXICO
Aga­pito Maestre
Edi­cio­nes Clá­si­cas. Madrid, 2014
276 pági­nas. 10 euros
 
 Una ver­sión de este artículo apa­rece publi­cada en el Extra de Navi­dad 2014, número 258, de la Revista LEER. Dis­po­ni­ble en quios­cos y libre­rías y en el Quiosco Cul­tu­ral de ARCE (sus­crí­bete).

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