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RelecturasUn libro al día

Lo que J. J. Benítez esconde

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¿Por qué ese tirón edi­to­rial? ¿Por qué muchos de sus libros levan­tan pol­va­reda? Se cum­plen tres déca­das de “Caba­llo de Troya”, o lo que es lo mismo, del cho­que entre fie­les lec­to­res y enco­na­dos detrac­to­res desde la pri­mera entrega del popu­lar ‘bes­tse­ller’ de J. J. BENÍTEZ hasta su última obra, “Estoy bien” (Pla­neta). Con oca­sión del 30 aniver­sa­rio de la pri­mera entrega, “Jeru­sa­lén”,  Boo­ket publica una edi­ción limi­tada con la cubierta ori­gi­nal. El 14 de octu­bre, fecha de su lan­za­miento, LEER sor­tea cinco ejem­pla­res entre aque­llos segui­do­res en España de nues­tra cuenta de Twit­ter que nos cuen­ten, bajo el hash­tag #LEER­Ca­ba­llo­de­Troya, su expe­rien­cia como lec­to­res de la saga. Una exce­lente oca­sión para recu­pe­rar la entre­vista de MAICA RIVERA que publi­ca­mos en nues­tro número de mayo.
 

Bas­tan unos minu­tos de con­ver­sa­ción con Juan José Bení­tez para caer en sus redes. Tiene un mag­ne­tismo que remite a ese halo de mis­te­rio carac­te­rís­tico de su mejor narra­tiva, suma­mente reve­la­dor de los éxi­tos cose­cha­dos. A estas altu­ras de tan pro­lí­fica tra­yec­to­ria con­sa­grada al mundo de los gran­des enig­mas, está muy claro el pacto con el lec­tor, que ha de asu­mir las luces y las som­bras de su par­ti­cu­lar impli­ca­ción con el objeto de estu­dio y recrea­ción. Bení­tez ha for­jado su pro­pia leyenda, ha acu­ñado su pro­pio género con espí­ritu perio­dís­tico pero tam­bién con incom­bus­ti­ble pasión lite­ra­ria. Ante esta pecu­lia­ri­dad es nece­sa­rio acep­tar que difí­cil­mente sere­mos capa­ces de valo­rar el alcance de su obra si man­te­ne­mos el único empeño ciego de esta­ble­cer a priori nues­tros pro­pios lími­tes a sus escri­tos. Para los más reti­cen­tes ante su biblio­gra­fía, cabría sub­ra­yar una mati­za­ción impor­tante, tal vez deci­siva: no, dis­fru­tar de su uni­verso no requiere comul­gar hasta el final con sus reglas del juego pero sí abrirse a con­tem­plar la posi­bi­li­dad de otros códigos.

No puede negarse que la con­tro­ver­tida natu­ra­leza de su pro­duc­ción le ha ido revis­tiendo, en efecto, de cierta aura legen­da­ria. Tam­poco que el vete­rano escri­tor es, por exce­len­cia, uno de nues­tros bes­tse­llers más caris­má­ti­cos. “¿Eres un pro­vo­ca­dor?”, le pre­gun­ta­mos en el reciente encuen­tro. “Tal vez sí”, con­testa a LEER, “por­que trato de inyec­tar espe­ranza en esta época dura y difí­cil, nece­si­tada de oxí­geno y opti­mismo”. Comu­ni­car que la vida con­ti­núa tras la muerte y que al otro lado hay luz es el obje­tivo de Estoy bien (Pla­neta), una nueva vuelta de tuerca en el reco­rrido del autor que, lejos de pen­sar en reti­rarse y col­gar la pluma, nos pro­mete que no será la última.

Ha sido una sor­presa cono­cer que las inves­ti­ga­cio­nes sobre “resu­ci­ta­dos” para esta publi­ca­ción fue­ron ini­cia­das por J.J. Bení­tez en 1968, mucho antes de sus pes­qui­sas sobre el fenó­meno ovni (en las últi­mas pági­nas apunta una cone­xión entre ambas temá­ti­cas, impo­si­ble de cap­tar para quie­nes no estén fami­lia­ri­za­dos con su narra­tiva). De entre ellas, desa­rro­lla­das en cons­tan­tes peri­plos, ha selec­cio­nado 160 casos “al sur de la razón” como mues­tra repre­sen­ta­tiva de expe­rien­cias rela­cio­na­das con la vida des­pués de la muerte que “van un paso más allá de las ECM, pues des­cri­ben viven­cias con fami­lia­res o ami­gos que se encuen­tran muer­tos y ente­rra­dos”. Asume que la acu­sada estig­ma­ti­za­ción que sufren tanto los tes­ti­gos como los inves­ti­ga­do­res de ECM se radi­ca­li­zará, por tanto, en esta oca­sión. Pero no le preo­cupa por­que “la inten­cio­na­li­dad no es con­ven­cer sino trans­mi­tir el exhaus­tivo tra­bajo de campo rea­li­zado en silen­cio durante 46 años con la reco­pi­la­ción de tes­ti­mo­nios de per­so­nas que dicen la ver­dad, que a pesar de pro­ce­der de geo­gra­fías muy dis­pa­res (EEUU, Europa, Amé­rica del Sur…) mani­fies­tan cons­tan­tes comu­nes en sus declaraciones”.

Bení­tez ha for­jado su pro­pia leyenda, ha acu­ñado su pro­pio género con espí­ritu perio­dís­tico pero tam­bién con incom­bus­ti­ble pasión literaria

Lo cierto es que halla­mos un ines­pe­rado ele­mento recu­rrente en Estoy bien: las refe­ren­cias de entre­vis­ta­dos a la pri­mera entrega de Caba­llo de Troya. Este gran éxito lite­ra­rio de los años 80 marcó una época con la narra­ción del viaje de dos astro­nau­tas ame­ri­ca­nos a la Pales­tina de Jesús de Naza­ret, cons­ti­tuyó un fenó­meno sin pre­ce­den­tes y per­ma­ne­ció en lo más alto de las lis­tas de ven­tas durante dos­cien­tas sema­nas. Todo esto se resiste a caer en el olvido y no es casua­li­dad que el volu­men (Jeru­sa­lén) sea opor­tu­na­mente reedi­tado por Boo­ket junto a los ocho tomos res­tan­tes que le suce­die­ron (edi­ción revi­sada por el autor); un total de 5.386 pági­nas sobre la vida de Jesu­cristo leí­das por más de veinte millo­nes de lec­to­res (más de cinco millo­nes de ejem­pla­res ven­di­dos) y para cuya escri­tura el autor empleó 27 años y quince via­jes a Israel, Jor­da­nia, Egipto y terri­to­rio estadounidense.

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J. J. Bení­tez durante la con­ver­sa­ción con LEER (foto: Ricardo Torres).

Es un libro mágico en el que yo no tengo nada que ver”, reivin­dica J.J. Bení­tez. Insiste mucho en ello, dejando entre­ver que no es una novela por­que siem­pre ha defen­dido haberse basado en una docu­men­ta­ción real, depo­si­tada hace años en EEUU (“será el futuro, como suce­dió con Julio Verne, quien pon­drá de mani­fiesto si este relato fue o no verí­dico…”). Se dice que, en total, las fuen­tes infor­ma­ti­vas que ha con­sul­tado ascien­den a 14.000 (arqueo­ló­gi­cas, botá­ni­cas, físi­cas, socia­les, reli­gio­sas…) pero que la más rele­vante de todas aún no ha sido des­ve­lada. “A veces cuesta muy caro ser fiel y honesto con las reve­la­cio­nes pero no me importa el alto pre­cio, voy a cum­plir 50 años de perio­dismo activo en 2016 y he apren­dido a guar­dar silen­cio”, nos dice con gra­ve­dad. Se per­mite invi­tar­nos, eso sí, a des­cu­brir que “hay men­sa­jes debajo de secuen­cias numé­ri­cas de algu­nos Caba­llos”, de los que, por cierto, no se hace responsable.

Este tipo de comen­ta­rios sue­len ser los que gene­ran más polé­mica a su alre­de­dor, un hecho que él enmarca en un caldo de cul­tivo adverso: “Más que la falta de finan­cia­ción es la incom­pren­sión el gran incon­ve­niente para el desa­rro­llo de inves­ti­ga­cio­nes como las mías en España, que es un país de cai­ni­tas”. Zanja el tema con sere­ni­dad: “Estoy acos­tum­brado a ello y sigo mi camino”. En con­creto, denun­cia “ser odiado y denos­tado a la menor opor­tu­ni­dad por círcu­los pró­xi­mos a sec­to­res reli­gio­sos muy con­ser­va­do­res o a la Cien­cia mal inter­pre­tada, por per­so­nas a quie­nes les falta información”.

La pri­mera entrega de Caballo de Troya cons­ti­tuyó un fenó­meno sin pre­ce­den­tes y per­ma­ne­ció en lo más alto de las lis­tas de ven­tas durante dos­cien­tas semanas

Jerusalén. Caballo de Troya 1Tomando como refe­ren­cias clave el sig­ni­fi­ca­tivo Caba­llo de Troya 1 y su última publi­ca­ción, nos pre­gun­ta­mos si podrían sobre­ve­nirle parte de estos con­flic­tos por­que el lec­tor acabe per­diendo pie en los nive­les de fic­ción (amén de la sus­cep­ti­bi­li­dad innata por lo deli­cado de los temas que aborda, evi­den­te­mente). No parece des­ca­be­llado cues­tio­narse el pro­blema en estos tér­mi­nos, en base a un con­cepto reve­la­dor que se repite en Estoy bien. Se trata de la expre­sión “puro tea­tro” que Bení­tez atri­buye a las mani­fes­ta­cio­nes sobre­na­tu­ra­les que regis­tra en sus pági­nas, refi­rién­dose a que “los men­sa­jes de los resu­ci­ta­dos, nece­sa­rios para esta­ble­cer con­tacto, son irre­le­van­tes en sí mis­mos, pro­ba­ble­mente ni siquiera sean cier­tos, la única ver­dad que reve­lan con ellos es la de su pro­pia exis­ten­cia, es decir, el hecho irre­fu­ta­ble de que están vivos al otro lado”. ¿Acaso es esto una pista que con­cede para que nos fabri­que­mos una her­me­néu­tica y enten­der el ver­da­dero peso de lo veraz y lo ale­gó­rico en su obra? Enton­ces, sus libros aca­ba­rían resul­tando suma­mente exi­gen­tes para el lec­tor, incluso her­mé­ti­cos para los menos intuitivos…

Imba­ti­ble, J.J. Bení­tez nos seguirá pro­por­cio­nando nue­vos desa­fíos. La lec­tura de Estoy bien deja patente ser la ante­sala de otro pro­yecto. Al hacér­selo notar, reci­bi­mos una rotunda corro­bo­ra­ción: “Está ter­mi­nado el libro que sigue a éste como con­se­cuen­cia directa, Pac­tos y seña­les, mucho más íntimo, donde daré otro paso para anun­ciar que hay un orden mara­vi­lloso al que esta­mos suje­tos…”. Si no es antes por esta pró­xima publi­ca­ción, hemos acor­dado vol­ver a citar­nos en el plazo máximo de dos años por­que sabe­mos que su aniver­sa­rio perio­dís­tico nos depa­rará más nove­da­des, como insi­núa. “Nunca hablo gra­tui­ta­mente y cuando doy mi pala­bra, la cum­plo siem­pre”, nos ase­gura. Le damos nues­tro voto de confianza.

MAICA RIVERA

Una ver­sión de este artículo fue publi­cada en el número de mayo de 2014, 252, de la Revista LEER (cóm­prala, o mejor aún sus­crí­bete).

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