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La suite cubana de Karla Suárez

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Con El hijo del héroe (Comba) la escri­tora cubana Karla Suá­rez com­pleta un ciclo de cua­tro nove­las ins­pi­rado en la his­to­ria reciente de su paísDes­pués de abor­dar temas como la fami­liaSilen­cios (1999), V Pre­mio Len­gua de Trapo–, la emi­gra­ciónLa via­jera (2005)– y el periodo espe­cial Habana año cero (2011)–, Suá­rez (La Habana, 1969) se acerca con El hijo del héroe a los trau­mas y frac­tu­ras que pro­vocó la par­ti­ci­pa­ción de Cuba en la gue­rra de Angola. Su pro­ta­go­nista, Ernesto, coe­tá­neo fic­cio­nal de la pro­pia Suá­rez, pierde a su padre en aquel lejano con­flicto con solo 12 años, y asu­mirá con ello una serie de pesa­das car­gas que con­di­cio­na­rán el resto de su vida.

“La par­ti­ci­pa­ción en la gue­rra de Angola es un tema que siem­pre me interesó”, explica Suá­rez, que reside en Lis­boa tras años viviendo en Fran­cia, donde ha labrado buena parte de su carrera lite­ra­ria. “Entre 1975 y 1991 fue­ron más de 300.000 cuba­nos. Era algo que pri­mero le tocaba a tus padres y luego a tus ami­gos, cre­ci­mos con eso. Cuando aque­llo acabó, con un acon­te­ci­miento ade­más muy dolo­roso para el país como los fusi­la­mien­tos del gene­ral Ochoa y el coro­nel La Guar­dia, se ter­mi­naba la era de las haza­ñas. Ama­ne­ci­mos al día siguiente en un país com­ple­ta­mente devas­tado, la Cuba del periodo espe­cial, donde la mayor preo­cu­pa­ción era qué comer cada noche. La gue­rra pasó a un segundo plano, pero las heri­das esta­ban ahí. Por eso siem­pre tuve la idea de hacer un libro en el que fuera el tema central”.

Pero no es una his­to­ria de la guerra.

El per­so­naje tiene la obse­sión de enten­der la gue­rra que se llevó a su padre. Empieza a inves­ti­gar muchos años des­pués, cuando es adulto y vive fuera, en Ber­lín y en Lis­boa. Busca infor­ma­ción y hace un blog para saber lo que pasó, y yo sigo al per­so­naje en esa labor.

¿Ese extra­ña­miento geo­grá­fico te ha venido bien desde el punto de vista narrativo?

Cuando empecé la novela pensé que tenía que ir a Angola. En el pri­mer capí­tulo, el per­so­naje está via­jando a Angola y el capí­tulo ter­mi­naba con él lle­gando a Luanda. Pero pensé, si Ernesto está en Angola esto es otra novela, así que lo bajé del avión. Y a mí no me intere­saba la Angola real ni la Angola de hoy, sino la que está en mi cabeza, en el ima­gi­na­rio de los que no fui­mos. Un país que ha estado pre­sente en tu vida pero que tú físi­ca­mente no has visto. Me di cuenta sobre la marcha.

Portada-pequeña-El-hijo-del-héroe¿Has vivido con natu­ra­li­dad la crea­ción de este pro­ta­go­nista mas­cu­lino o lo has tra­ba­jado de un modo especial?

Cuando ter­miné la novela se la di a leer a un mon­tón de ami­gos míos por si nota­ban algo, si salió la mujer­cita que soy (risas). Hay muchos per­so­na­jes feme­ni­nos en la novela, y que son muy fuer­tes, que viven la his­to­ria de otra manera. A mí me intere­saba que Ernesto fuera un hom­bre. A los doce años le dicen, tu padre ha muerto, eres el hijo de un héroe y el hom­bre de la casa. A ese niño que dos horas antes de reci­bir la noti­cia estaba corre­teando con sus ami­gos y con la mucha­cha que le gus­taba de pronto le cae todo ese peso, con la carga que eso tiene en Cuba, por­que allí pri­mero está el machismo cari­beño, luego el ima­gi­na­rio de los bar­bu­dos de la sie­rra, somos hom­bres fuer­tes que hace­mos la revo­lu­ción

…Quizá una reno­va­ción y una legi­ti­ma­ción ideo­ló­gica de ese machismo ambiental.

Exac­ta­mente. No se per­mi­ten debi­li­da­des a los hom­bres. Y esto genera un gran con­flicto en él. Ernesto vive una vida que no eli­gió, por­que a lo mejor no fue tan fuerte como para impo­nerse y decir, yo voy a hacer lo que yo quiera. Esos son los per­so­na­jes que me intere­san, no los bár­ba­ros y los valien­tes, sino los que tie­nen debi­li­da­des y que no siem­pre saben reac­cio­nar ante las cosas. Todo el tiempo está deba­tién­dose entre lo que le hubiera gus­tado hacer y lo que tuvo que hacer. ¡Y ade­más se llama Ernesto, como el Che! Noso­tros cre­ci­mos haciendo todos los días el saludo a la ban­dera, “pio­ne­ros por el comu­nismo sere­mos como el Che”. Él tiene que serlo como todo el mundo y por­que se llama Ernesto y por­que su padre murió en la gue­rra. Tiene una carga impre­sio­nante y no sabe cómo reac­cio­nar. Se queda com­ple­ta­mente blo­queado y está toda su vida bloqueado.

Y al final hay desbloqueo?

El pre­sente de la novela es un momento de su vida de cri­sis total: con su mujer, en el tra­bajo, per­so­nal, cum­pli­dos los 40… Todo se ha roto, y por eso hace recuento para saber dónde está y adónde va.

Llama la aten­ción que esta novela, como otros libros tuyos, haya salido antes en por­tu­gués y en fran­cés.

En Por­tu­gal y en Fran­cia salie­ron con mis edi­to­res de siem­pre, y yo en España real­mente no tenía edi­tor. Aquí salie­ron mis dos pri­me­ras nove­las, no así la ter­cera. En España… yo no entiendo cómo fun­cio­nan las cosas edi­to­ria­les. Es una cosa rarí­sima. Mis­te­rios de este mundo lite­ra­rio que tanto ha cam­biado, en el que yo creo que se bus­can más lo núme­ros que la lite­ra­tura. Hacía doce años que no publi­caba aquí. Así que estoy feli­cí­sima de que Comba la edite.

Te has pro­fe­sio­na­li­zado como escri­tora en Fran­cia. ¿Te sien­tes más reco­no­cida allí?

Un día comen­taba en broma que yo soy una escri­tora fran­cesa que escribe en cubano y luego me tra­du­cen. En Fran­cia he evo­lu­cio­nado como escri­tora y tengo una vida lite­ra­ria. Me han seguido desde la pri­mera novela, y menos mal. Pero yo escribo en espa­ñol, y me interesa que se me pueda leer en espa­ñol. Tengo un amigo, escri­tor peruano, que al ver que El hijo del héroe había apa­re­cido en Fran­cia me dijo, ¡pero Karla, no puede ser, me voy a tener que matri­cu­lar en la Alianza Fran­cesa para poder leerte!

¿Hay un inte­rés espe­cial en Fran­cia por los escri­to­res iberoamericanos?

El público fran­cés siente inte­rés por todo. Es impre­sio­nante. Hay muchos cir­cui­tos y fes­ti­va­les donde pue­des coin­ci­dir con escri­to­res de todas par­tes del mundo que de otro modo no cono­ce­rías. El Cen­tro Nacio­nal del Libro da muchas ayu­das a la crea­ción. Yo cuando vivía en Fran­cia gané dos becas impor­tan­tes que me per­mi­tie­ron sen­tarme unos meses a escri­bir. Los dos libros ante­rio­res y este mismo lo empecé a escri­bir con una beca y lo ter­miné con otra. El hijo del héroe lo ter­miné en la villa Mar­gue­rite Your­ce­nar, que es un lugar mara­vi­lloso. Estás con otros dos auto­res, inter­net ni siquiera fun­ciona bien, estás con­cen­trado en un lugar que es un par­que natu­ral mara­vi­lloso, y ahí ter­miné la escri­tura y la pri­mera correc­ción com­pleta. Yo puse el punto y final de esta novela allí. Y de hecho hay uno de los capí­tu­los, todos tie­nen nom­bre de gran­des nove­las, y hay uno que es una novela de Your­ce­nar, que es un gra­cias Mar­gue­rite, gra­cias por esta beca.

BORJA MARTÍNEZ

Una ver­sión de este artículo apa­rece publi­cada en el el número 288, Número Extra Diciem­bre 2017-Enero 2018, de la Revista LEER.

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