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Libros del Zorro Rojo, el arte de editar

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El pres­ti­gioso galar­dón a la Mejor Edi­to­rial Euro­pea de Lite­ra­tura Infan­til y Juve­nil acaba de serle con­ce­dido a Libros del Zorro Rojo en el marco de la 52º edi­ción de la Feria del Libro de Bolo­nia. Se trata de una dis­tin­ción que se con­cede mediante la vota­ción de los edi­to­res en reco­no­ci­miento a la inno­va­ción de los pro­yec­tos publi­ca­dos durante el año, a la habi­li­dad pro­fe­sio­nal y la cali­dad del tra­bajo en una valo­ra­ción mun­dial. El resto de edi­to­ria­les fina­lis­tas en el área euro­pea han sido Flying Eye Books (Reino Unido), Gers­ten­berg Ver­lag (Ale­ma­nia), Helium Edi­tions (Fran­cia) y La Joie de Lire (Suiza). Aquí brin­da­mos nues­tro reco­no­ci­miento espe­cial a todos sus méri­tos, un repor­taje de Ada del Moral que res­ca­ta­mos del Extra de Navi­dad 2014/2015.

Libros del Zorro Rojo tiene la som­bra alar­gada de la cali­dad y el riesgo. Cuando vemos aso­mar la poblada cola de su logo, ya sabe­mos con qué vamos a encon­trar­nos y, sobre todo, que no nos decep­cio­nará. Tal es el fruto de una década de exce­lente tra­bajo donde se han mez­clado el buen sen­tido, esa chispa nece­sa­ria de talento y la aven­tura bien enten­dida.   Nació de la mano y las cabe­zas uni­das de dos argen­ti­nos afin­ca­dos en Bar­ce­lona: el edi­tor Fer­nando Diego Gar­cía y el ilus­tra­dor Sebas­tián Gar­cía Sch­net­zer, tam­bién autor del logo. Se dedi­ca­ban a ven­der pro­yec­tos para edi­to­ria­les e idea­ron un sello de libros ilus­tra­dos que nadie quiso y por el cual deci­die­ron apos­tar. El último en incor­po­rarse, con igual pasión, ha sido Samuel Alonso Ome­ñaca, espe­cia­lista en Lite­ra­tura Infan­til y Juve­nil, edi­tor y autor.

11073570_10153163497728446_6717933578917763888_nUna edi­to­rial no es nada sin catá­logo y el de Zorro Rojo tiene una riqueza casi sel­vá­tica donde, ade­más, se per­cibe una inves­ti­ga­ción pro­funda de la lite­ra­tura y la ilus­tra­ción. El resul­tado es una divi­sión for­mal muy acer­tada en “adul­tos” e “infan­til” sin que ambas esfe­ras dejen de enten­derse como un todo. Lo nove­doso era y es, en el catá­logo adulto, el pre­sen­tar ilus­tra­dos por pri­mera vez a auto­res como Cor­tá­zar o Galeano y no ilus­trar­los lite­ral­mente ni de una manera clá­sica. Tam­bién atien­den muy espe­cial­mente a las tra­duc­cio­nes, que­dán­dose con la más rica que, por lo gene­ral, suele ser la lite­ra­ria. En cuanto álbum ilus­trado, en los inicios del Zorro no estaba tan de moda, así que bien puede escri­birse que fue­ron una lanza a favor de tales publi­ca­cio­nes y, lo más nove­doso: nunca han dejado de apos­tar por álbu­mes dife­ren­tes, ale­ja­dos de la ñoñe­ría o lo polí­ti­ca­mente correcto (Sal­vaje, de Emily Hughes, es un ejem­plo). Es decir, rom­pie­ron tópi­cos como el del color, esa idea ran­cia de que los “libros para niños” deben rezu­mar colo­ri­nes. Para mues­tra, varios boto­nes de cali­dad: El libro negro de los colo­res de Menena Cot­tin y Rosana Faría o Han­sel y Gre­tel por Mat­toti.

Defe­nes­tra­ron el rollo blan­du­rrio de los libros de nubes y tier­nos ani­ma­les pelu­dos con Todos mis pati­tos de Janosch, intro­du­je­ron poe­sía para todos los públi­cos y, por si fuera poco, crea­ron libros infor­ma­ti­vos como sus famo­sos “bes­tia­rios” o Qué será de ti de Alek­san­dra y Daniel Mizie­linski obras que gene­ran, más que res­pues­tas, preguntas.

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El Zorro no es rojo por nada. No busca ten­den­cia, sugiere, pro­yecta deseos  y no se apea de su van­guar­dia, de su ética y de su liber­tad que siem­pre demues­tra en los títu­los que elige, bien sea Mura­kami ilus­trado por Kat Mens­chik, El señor de las mos­cas de William Gol­ding por Jorge Gon­zá­lez, La con­desa san­grienta de Ale­jan­dra Pizar­nik por Caruso o La leyenda del  Santo Bebe­dor de Joseph Roth por Pablo Aula­dell.

Los pila­res de la edi­to­rial son la exce­len­cia del texto y de la ilus­tra­ción y que el resul­tado sea un libro-objeto dis­tinto en cada papel y en cada deta­lle. El obje­tivo: que lo único común sea per­te­ne­cer a Zorro Rojo. Y han dado en diana. El mari­daje del texto con la ilus­tra­ción da nueva vida al libro. Pri­mero se edi­tan en tapa dura y des­pués se reedi­tan en blanda. Así, el libro-objeto y el bol­si­llo que­dan con­ten­tos y sacia­dos. La ilus­tra­ción abre los clá­si­cos de van­guar­dia al público por­que, en medio de un uni­verso pleno de orgas­mos visua­les y vir­tua­les, el lec­tor ha evo­lu­cio­nado y ya exis­ten muchos que ape­te­cen de expe­rien­cias lite­ra­rias y visua­les como las pro­pues­tas por el Zorro Rojo. Este nuevo lec­tor, un homo videns por defi­nirlo de alguna manera, tiene preo­cu­pa­ción e inte­rés por la ima­gen y lee los libros ilus­tra­dos como una uni­dad o algo que se entiende tam­bién ais­lado… sen­sa­cio­nes que reju­ve­ne­cen a los libros y los man­tie­nen vivos, gra­cias a estos dis­tin­tos nive­les de lectura.

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Antes la ilus­tra­ción era una estampa, un deta­lle, una espe­cie de foto fija del texto. Las nue­vas com­po­si­cio­nes gene­ran otros lec­to­res. Ilu­mi­nan, sugie­ren… como en el cine, el lec­tor es tam­bién espec­ta­dor”, comenta Samuel Alonso Ome­ñaca. “Hoy en día los libros bien ilus­tra­dos con­tie­nen secuen­cias, estra­te­gias visua­les que te lle­van cerca, den­tro o fuera de la his­to­ria y te hacen lec­tor par­tí­cipe”, añade.

Todos los tex­tos son ilus­tra­bles pero requie­ren de una honda refle­xión acerca de su his­to­ria, de las dife­ren­tes for­mas en las que puede ser repre­sen­tada y, tam­bién, sobre aque­lla que con­fi­gu­rará el lec­tor en su cabeza. Una his­to­ria escrita no es un pai­saje llano sino un arte­facto para mane­jar y dis­fru­tar con los sen­ti­dos. Cap­tar y plas­mar su diver­si­dad es el obje­tivo del Zorro Rojo para entre­garlo, pal­pi­tante para siem­pre, a sus lec­to­res espectadores.

Ada del Moral

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