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EntremesesUn libro al día

Ofrenda a la Diosa de Graves

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Éste, nos dije­ron, es un libro para poe­tas. Fue en la libre­ría Alberti, que se aba­rrotó de público el pasado 27 de enero con el acto más espe­cial  acon­te­cido en lo que lle­va­mos de invierno madri­leño, al buen uso de los que siem­pre orga­niza Alianza Edi­to­rial, impe­ca­ble, en torno a los clá­si­cos. Se reunie­ron William Gra­ves, hijo y alba­cea lite­ra­rio de Robert Gra­ves, y Car­los Gar­cía Gual, espe­cial­mente radiante, para con­fron­tar sus visio­nes sobre la nueva edi­ción de La Diosa Blanca y la reciente His­to­ria mínima de la mito­lo­gía (arro­pando, tam­bién se encon­traba Pilar Álva­rez, edi­tora de Tur­ner).

¿Qué pode­mos ade­lan­tar de esta tra­duc­ción de Gra­ves para nues­tro tiempo? Que vale su peso en oro, claro. Y no es poco. Pero, sobre todo, habría que dedi­car este artículo a la valen­tía de Vale­ria Ciompi, direc­tora edi­to­rial de Alianza. Nos vemos con la obli­ga­ción moral y el abso­luto pla­cer de darle las gra­cias por apos­tar a lo grande. Sim­ple­mente, accio­nes como este lan­za­miento, sin esca­ti­mar en nin­gún sen­tido, hacen que con­ser­ve­mos la espe­ranza en el mundo de la cul­tura y de la edi­ción.

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William Gra­ves, en la Alberti (M.R.).

A Gra­ves, uno de los escri­to­res bri­tá­ni­cos más impor­tan­tes del siglo pasado, el gran público le conoce emi­nen­te­mente por su céle­bre novela Yo, Clau­dio, lle­vada a la pequeña pan­ta­lla por la BBC con impor­tante éxito de audien­cia. Pero es tiempo de ensal­zarle  como cate­drá­tico de poe­sía de la uni­ver­si­dad de Oxford, edi­tor y autor de ensa­yos como Los mitos hebreos y Los mitos grie­gos, ambos tam­bién publi­ca­dos en Alianza, junto a La Diosa Blanca que ahora aca­para espa­cio en libre­rías, haciendo alarde, junto a su volu­mi­nosa mag­ni­fi­cen­cia, de ser una obra inten­sa­mente per­so­nal y con­tro­ver­tida, des­ti­nada a los más ambi­cio­sos lec­to­res. Bajo estos pará­me­tros, explora Gra­ves los orí­ge­nes de la poe­sía en estas pági­nas donde se pro­nun­cia recla­mando que “la edu­ca­ción poé­tica inglesa debe­ría comen­zar no con los cuen­tos de Can­ter­bury ni  con la Odi­sea, ni siquiera con el Géne­sis sino con la Can­ción de Amer­gin, un anti­guo calendario-alfabeto celta que se encuen­tra en diver­sas ver­sio­nes irlan­de­sas y gale­sas deli­be­ra­da­mente ter­gi­ver­sa­das y que resume bre­ve­mente el mito poé­tico por excelencia”.

Diosa Blanca webPor todo con­texto, baste sub­ra­yar que Robert Gra­ves per­te­nece a la gene­ra­ción de poe­tas que alum­bró la Pri­mera Gue­rra Mun­dial, cuyo drama le marcó tanto la narra­tiva como la poé­tica. De hecho, su pri­mer libro de poe­sía lo publicó en 1916, año en el que fue gra­ve­mente herido en el Somme. Por su parte, en muchos aspec­tos, “La Diosa Blanca tiene sus orí­ge­nes en los movi­mien­tos lite­ra­rios cel­tas del fin de siè­cle y puede reivin­di­carse como el último pro­ducto del resur­gir lite­ra­rio irlan­dés”, según el pro­fe­sor Gre­vel Lin­dop desde la intro­duc­ción (esta edi­ción se lleva a cabo sobre la suya de 1997 a par­tir de la última ver­sión y apun­tes que pre­paró el pro­pio autor para la de 1961), refi­rién­dose al que valora como uno de los libros más extra­or­di­na­rios del siglo XX,  con una idea del poder divino feme­nino afín a la noción del eterno feme­nino que fas­cinó a tan­tos escri­to­res decimonónicos.

Aun­que matiza que el autor “adopta un tono res­pecto a lo cien­tí­fico y lo fac­tual nunca con­tem­plado por Yeats» a quien sor­pren­den­te­mente no hace nin­guna refe­ren­cia «en una omi­sión intui­tiva e irre­fle­xiva”. Es ésta una sen­si­bi­li­dad clave bajo la que William Gra­ves tam­bién se ali­neó, junto a Car­los G. Gual, durante el exi­toso colo­quio de la pasada semana.

Sub­ti­tu­lada Una gra­má­tica his­tó­rica del mito poé­tico, esta obra tam­bién es una aven­tura de inves­ti­ga­ción his­tó­rica, una bús­queda a rienda suelta a tra­vés de los bos­ques de la mito­lo­gías de medio mundo, una intro­duc­ción a la poe­sía para poe­tas, una crí­tica a la civi­li­za­ción occi­den­tal, una polé­mica sobre las rela­cio­nes entre hom­bre y mujer y una velada auto­bio­gra­fía”, con­cluye Gre­vel Lin­dop. Y no des­apro­ve­cha la oca­sión de indi­car uno de los pun­tos más apa­sio­nan­tes: “la manera en que el pro­pio Gra­ves da cuenta de cómo escri­bió el libro es uno de los gran­des rela­tos sobre la ins­pi­ra­ción lite­ra­ria, una pode­rosa narra­ción digna de codearse con las ano­ta­cio­nes de Cole­ridge sobre su Kubla Khan y con el relato de Mary She­lley sobre el naci­miento de Fran­kens­tein”.

La tra­duc­ción de los poe­mas de Robert Gra­ves al cas­te­llano es una asig­na­tura pendiente

Res­pecto a su tarea como tra­duc­tor, William Gra­ves bro­meó en la libre­ría Alberti sobre lo arduo de la hazaña ante “un libro com­plejo que exi­gía amplios cono­ci­mien­tos del idioma inglés así como de las muchas dis­ci­pli­nas en las que se apoya el texto: antro­po­lo­gía, his­to­ria, botá­nica, zoo­lo­gía, mito­lo­gía, reli­gión, lite­ra­tura y poe­sía”. Sin embargo, tuvo claro desde el prin­ci­pio que él era el pro­fe­sio­nal ade­cuado para el abor­daje con éxito de tal labor que devol­ve­ría feliz­mente el clá­sico al catá­logo, ¿quién mejor cono­ce­dor del Robert íntimo que su pro­pio hijo, William? Explicó que los poe­mas en el texto inglés están tra­du­ci­dos lite­ral­mente, verso a verso, y, como deja claro por escrito, espera que  algún poeta espa­ñol se anime a incor­po­rar el pen­sa­miento de Robert Gra­ves y a tra­du­cir de algu­nos de sus poe­mas por­que es ésta «una asig­na­tura pendiente”.

Con una emo­tiva lec­tura poé­tica suya, en inglés, y de Lola Larumbe, res­pon­sa­ble de la libre­ría Alberti, en cas­te­llano, con­cluyó solem­ne­mente la reunión.

MAICA RIVERA (@maica_rivera)

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