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Un libro al día

Llámame curioso

JOSÉ MARÍA MERINO ES UN FISGÓN. Los que lo cono­ce­mos sabe­mos que es un fis­gón inco­rre­gi­ble y eso (yo creo que lo sabe, pero aun­que no lo sepa) le hace ir siem­pre por delante de los cuen­tos que cuenta, las his­to­rias que narra y las ocu­rren­cias que se le ocu­rren. Leyendo a Merino me he dado cuenta de que, para ser cuen­tista, hay que ser un fis­gón. La novela es otra cosa. Más rela­jada, aun­que letal en el terri­to­rio de las ten­ta­cio­nes que tiene que sor­tear el escri­tor, ideal para quie­nes quie­ren con­ver­tir el ofi­cio de escri­bir en el arte de la super­che­ría, un reci­bi­dor donde todo cabe aun­que no todo lo que cabe sea lo más conveniente.

Merino es un nove­lista con rara des­treza para tra­zar el dia­grama interno de la trama que se trae entre manos, pero no tiene pacien­cia para aguan­tar deta­lles adve­ne­di­zos. Sus asun­tos tie­nen la enjun­dia de lo que siem­pre es nuevo por­que nunca está resuelto del todo. No espera a que apa­rez­can los fan­tas­mas que por­tan argu­men­tos debajo de la sábana. Sale a bus­car­los, de día o de noche: busca y encuen­tra. En su reci­bi­dor, quiero pen­sarlo, hay un para­guas; el otro lo lleva siem­pre con­sigo, por si los fina­les que se des­pren­den de las nubes no son feli­ces o acep­ta­bles al menos. Un final feliz no tiene por qué ser ale­gre. Basta que sea ajus­tado a los reque­ri­mien­tos de lo que se pretende.

La curio­si­dad es un ele­mento indis­pen­sa­ble del ofi­cio de escri­tor. Siem­pre tuve a Merino por un curioso de tomo y lomo; incluso alguna vez que otra lo padecí en su deseo de lle­gar al fondo de cada cir­cuns­tan­cia, ani­mal o vege­tal, visi­ble o recón­dita, actual o arcana, que se cru­zaba en su camino. La inda­ga­ción lleva tiempo y la curio­si­dad es un motor que no cede por pin­das que sean las cues­tas y abrup­tas las llegadas.

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“La trama oculta”, José María Merino. Pági­nas de Espuma. Madrid, 2014. 288 pági­nas. 17 euros.

Con el tiempo me he dado cuenta de que, ade­más de curioso, es un fis­gón, y eso le viene al pelo a su mere­cida cata­dura de cuen­tista y, sin duda, de cuen­tista prin­ci­pal. A veces he pen­sado que, cuando se mira en el espejo, bien para aci­ca­larse o, sim­ple­mente, para reco­no­cerse, no lo hace a tra­vés del cris­tal bus­cando un reflejo nece­sa­rio, sino a tra­vés del azo­gue bus­cando la esen­cia de esa trama que se esconde y aparta de lo habitual.

Reco­no­cerse en esa trama es lo que lo con­vierte, ade­más de prin­ci­pal, en un cuen­tista sobre­sa­liente. Lo que hace que sus cuen­tos siem­pre vayan un tramo más allá de lo per­cep­ti­ble. De ahí el encanto que los sos­tiene y la sor­presa con­sa­bida que se adi­vina en cada pala­bra. Por­que la curio­si­dad de Merino, ese arte del fis­go­neo que le lleva a hur­gar a veces en la pro­pia trama de lo invi­si­ble, se sus­tenta en las pala­bras que habrán de expli­car el hallazgo y, por exten­sión de la per­so­na­li­dad del autor, el afán que lo per­si­gue. La des­fa­cha­tez del fis­gón se ate­núa con la reno­va­ción cons­tante de ese afán que, a la pos­tre, sólo ansía com­par­tir la expe­rien­cia y la sabi­du­ría que ha ido ate­so­rando a lo largo del tiempo.

Merino se explica en los cuen­tos a medida que explica el acon­te­cer y deve­nir de los pro­pios cuen­tos. En ahí donde radica la natu­ra­leza de su ofi­cio y el sig­ni­fi­cado de la trama que des­ve­lan sus pesquisas.

No es extraño que su último libro se titule La trama oculta (Pági­nas de Espuma) y que el pro­pio Merino haga todo lo posi­ble por des­ve­larla par­tiendo del sig­ni­fi­cado que la sus­tenta en el desem­peño de su ofi­cio que se hace grande en la misma medida en que se mani­fiesta de manera conveniente.

Una colec­ción de cuen­tos que expo­nen el resul­tado de tan­tas inten­cio­nes com­par­ti­das y la fusión nece­sa­ria entre la natu­ra­leza de las cosas y la idio­sin­cra­sia del escritor.

José María Merino se con­vierte, ade­más, en intro­duc­tor y guía: “En varias oca­sio­nes he publi­cado colec­cio­nes de cuen­tos… Cuen­tos que tie­nen en común el esce­na­rio, los per­so­na­jes y hasta la pro­pia pers­pec­tiva ima­gi­na­tiva y for­mal de las pie­zas… En el caso de los cuen­tos del pre­sente libro, y a estas altu­ras de la vida y de la escri­tura, quise com­po­ner una colec­ción que reco­giese todas mis moda­li­da­des cuen­tís­ti­cas”.

Así pues, una anto­lo­gía que abarca todos los cam­pos de inda­ga­ción de ese “juego de apa­rien­cias” que tanto tiene que ver con los asun­tos de la vida y con los argu­men­tos de la fic­ción: la pers­pec­tiva rea­lista, el relato fan­tás­tico y la pros­pec­ción más fina y directa del minicuento.

AURELIO LOUREIRO

LEER 251Una ver­sión de este artículo ha sido publi­cada en el número de noviem­bre de 2014, 257, de la Revista LEER. Cóm­pralo en quios­cos y libre­rías selec­cio­na­das de toda España, o mejor aún, suscríbete.

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